El testimonio de alguien que superó una depresión crónica
En primer lugar decirte que si estás deprimido, el camino del yoga (junto con el tratamiento de algún profesional de la salud) es un camino duro, pero que realmente te saca del pozo en el que estás. Lo digo principalmente porque en la depresión, se suele dar mucho el caso de estar mal, pero en el fondo estar a gusto en la situación en la que estás, y no querer luchar por salir. Si prefieres estar así allá tu, pero si te digo que se puede estar mejor, no mejor muchiiiiiiiiisimo mejor, y sin querer llamar la atención, eso sí, le tienes que echar un par de...
En la mayoría de los casos la psicoterapia sola te pone menos malo, pero no te cura. No puede llegar tanto al interior de tu ser, como puede llegar la meditación. Digamos que la psicoterapia profundiza en la piel y un poco de carne de la manzana, y en cambio el yoga llega hasta las pepitas (tu yo más profundo). Digamos también que la psicoterapia te saca del pozo, pero el yoga te saca y te eleva a las alturas, por lo que el pozo queda más alejado.
Bueno, en este artículo quisiera contar un poco mi experiencia, hablando del tema en cuestión “¿Cómo cura el yoga la depresión?.
Mi odisea empezó hace catorce meses. Sí efectivamente. Sólo llevo este tiempo con el yoga, pero eso sí, como veréis más adelante de forma muy intensiva.
Empecé como ya os comenté, con un ejercicio antes de las comidas. Lo que más me costó al principio fue respirar por la nariz (en el yoga se respira siempre por la nariz), ya que la tenía totalmente bloqueada, y este es el primer consejo que os doy: respirar siempre por la nariz, notaréis que os encontraréis mucho mejor...
A las pocas semanas fui dominando el tema, y me sentía un poquito mejor. Cuando estás tan mal, cualquier cosa, por mínima que sea, te sienta bien. Un día, como ya comenté, me eché una siesta, o más bien me dormí plácidamente, y..., no tuve pesadillas. Me desperté hecho un fenómeno diciendo “aquí hay algo está pasando”. Antes tenía pesadillas todas las noches; ahora mismo tengo sueños, pero placenteros y descanso mejor.
Así estuve unas semanas, pero luego comencé a hacer ya sesiones completas. Aquí ya se empezó a complicar la cosa. No era nada flexible, y me costaba horrores hacer determinadas posturas. Para colmo, tengo las rodillas fatales. Pero bueno, superé también esta prueba. Ten en cuenta que estábamos hablando de una persona de cien kilos; las gotas de sudor me caían una detrás de otra. Tenía que estar continuamente con la toalla, pero me animaba la intuición de que esto iba a ir bien.
Luego empecé con yoga y... meditación. Yo no sabía absolutamente nada de meditación, por lo que le pregunté a una persona conocida, que ya llevaba un tiempo meditando, que cómo se hacía.
Al principio me ponía y no encontraba la postura idónea, me aburría, miraba el reloj cada cinco minutos. Empecé meditando poco (lo que se suele hacer al principio) veinte minutos (lo cual se me hacía larguísimo).
Todas estas fases me las iba indicando mi psicólogo, y a la vez maestro de yoga.
Cuando él me vio que controlaba el yoga y la meditación, que fue aproximadamente al mes de empezar con él, me puso la gran prueba: hora y media de meditación, hora y media de yoga por la mañana, y hora y cuarto de yoga más media hora de meditación por la tarde. Prácticamente cinco horas entre yoga y meditación al día. Él me decía “no tienes opción, o haces esto o vuelves al sitio del cual has venido”. Es decir, casi hice un retiro.
Hay mucha gente que solo hace yoga, y también mucha gente que solo hace meditación. Con el tiempo he aprendido que esto, es un matrimonio que no se puede separar en la vida. “El yoga te cura de dentro hacia fuera y la meditación te cura de fuera hacia dentro”. Me explico: el yoga te pone en buen funcionamiento tu cuerpo, sistema endocrino, sistema digestivo, etc., luego eso te hace sentirte bien. La meditación, cuando te sientas al principio solo piensas cosas superficiales, pero poco a poco te vas metiendo en lo más profundo de tu ser (es como si te pusieran un espejo). El mar que estaba agitado, se vuelve liso y transparente y puedes ver el fondo, y ver realmente lo que hay abajo. Lo normal es meditar media hora, pero a mí me gusta meditar un poco más, porque esos minutos de más (10 o 20) son los que más aprovechas de toda la sesión (es cuando ves ese fondo de mar más claro).
Empecé levantándome a las siete de la mañana, y la verdad es que “físicamente” no me costó trabajo (llevaba ya un mes en plan vegetariano, y tomándome unas cosas (espirulina, noni, floradix), que me daban unas energías enormes. Eso sí al estar tan gordo, utilizaba dos camisetas en cada sesión (también coincidió que era verano).
Luego vi que controlaba la cosa, y me empecé a levantar a las seis. Y aquí fue cuando el yoga y la meditación empezaban a hacer el máximo de efecto. Nunca se me olvidará, y ahí fue cuando ya creí totalmente en el yoga, una tarde después de la sesión y la meditación, que me sentí inmensamente, tremendamente y locamente... FELIZ. Tal era el sentimiento, que le dije a mi mujer que no quería cenar y me fui a un parque un rato a observar simplemente, los árboles, la gente, el sonido del viento, etc. Me sentía totalmente conectado con todo, y totalmente “aquí y ahora”.
Esto es lo que se conoce como “iluminación” que se da con más años de yoga, pero que a mí Dios me hizo ese regalo, para que continuase con lo que estaba haciendo.
Esto es lo que se conoce como “iluminación” que se da con más años de yoga, pero que a mí Dios me hizo ese regalo, para que continuase con lo que estaba haciendo.
Me tiré así dos meses, sin fallar una tarde ni una mañana, y... DESCUBRÍ LA FELICIDAD. En estos dos meses perdí cerca de veinte kilos. Yo estaba un poco asustado, pero vi que no pasaba nada, eso sí me reía porque pasaba por la calle y gente que conocía, veía que no me reconocía. Está claro que mi vida familiar y social, cambió y se acortó radicalmente, pero eso es que lo que necesitaba, eran simplemente dos cosas: energía (yoga) y equilibrio mental (meditación). Además me sirvió también para descubrir una cosa fundamental: “No arregles primero las cosas de fuera, arregla primero las de dentro”.
Luego estuve otros dos meses más, pero ya fallaba alguna tarde que otra. Aquí ya empezó a regañarme mi maestro. Mañanas fallaba pocas, porque sabía lo que se me avecinaba si no lo hacía.
Hasta aquí la parte bonita, ahora vamos con la mala. Yo en las meditaciones había veces que se me caían lágrimas como puños, otras veces tenía que pararme y abrazar con fuerza la esterilla de meditación de la ansiedad que tenía. Algunas veces me vencían los pensamientos no negros, sino horrorosos y monstruosos, y tenía que irme a la cama y pasar todo el día allí (siempre con la pastilla debajo de la lengua). Aquí lo siento por toda mi familia, por lo mal que lo pasaron.
Había días que no podía hablar con mi maestro de lo mal que estaba. Es decir el yoga y la meditación no son la pócima de Astérix, que actúa inmediatamente. Van haciendo efecto poco a poco, pero calando hondo. Nunca se me olvidarán las tres palabras que el siempre me insistía: “PACIENCIA, ACEPTACIÓN Y CONFIANZA”.
Superar esta fase la comparo a tener que domesticar un perro rabioso (tu yo inferior, tu ego, como quieras llamarlo) el que continuamente tiene pensamientos negativos ya que se alimenta de ellos, y siempre está pensando en el pasado y futuro de forma negativa, y querer dominarlo simplemente con tus manos (yoga y meditación). Podrías utilizar guantes (pastillas), pero de esa forma no habría contacto íntimo entre quién crees que eres, y quien eres en realidad. Es decir para dominarlo y “conocerlo, vencerlo y sobre todo aceptarlo”, te tienes que hacer daño y sangrar bastante.
El camino de la curación a través del yoga y la meditación no es fácil. Pero una vez que empiezas a ver el perro menos agresivo, lo vas dominando, y llega un tiempo en que lo controlas. “Eres capaz de observar al que piensa”. Ya sabes que está ahí y cuando piensa algo, simplemente dices, será tonto anda y vete por ahí. Cuando llegas a este nivel, es cuando empieza la verdadera curación, pero, ¡ojo!, a los que tenemos la gran suerte de tener una depresión crónica, como te descuides un día sin yoga, el perro empieza a enseñar los dientes, y si te descuidas dos, ya empieza a darte bocados y lo pasas realmente mal, porque ya te habías acostumbrado a estar bien.
Yo mismo, esta misma mañana, al estar dejando medicación desde ya unos días, he visto como se asomaba el perro, el lado oscuro o como quieras llamarlo. En otras ocasiones me hubiese enfrentado a él (con lo que le daría más fuerza), otra opción podría haber sido agachar la cabeza, y que me hubiesen dado tortazos. Pero en cambio no, he optado por cambiarme de habitación, y pensar simplemente que lo que estaba pensando no era real, por lo que la tempestad ha pasado. (Algunas ranas del Amazonas se quedan totalmente inmóviles cuando ven a una serpiente, y esta pasa de largo).
El yoga y la meditación te elevan. Los que “no tenéis depresión”, necesitáis hacer menos yoga y meditación. Esto es como el que tiene que escalar una montaña de cien metros. Vosotros partís de 50 o 60 metros, pero nosotros no es que partamos de 0 metros, partimos de menos 50 metros. Pero en cambio, para los que no sufráis depresión deciros que ha habido grandes personajes en la historia que han sufrido grandes depresiones. Es decir, no es algo de ahora. Lo digo también porque alguna ventaja tenemos que tener ¿no?.
Yo ahora mismo hago hora y media de yoga, y 50 minutos de meditación por la mañana, y 40 minutos de meditación al atardecer. Esto nadie me ha obligado, sino que simplemente he comprobado que “en mi cuerpo y mente”, funciona de maravilla con esa sesión de la mañana, y me hace estar sobre todo la mañana muy bien. Por la tarde estoy bien, pero ya a última hora estoy con un poquito de ansiedad (pero sólo un poco), por lo que hago otra meditación, que me calma y me da bastante felicidad (al haber hecho la de la mañana el efecto es mucho mayor), hace que tenga menos ansiedad al comer en la cena (con lo cual duermo mejor, y me levanto mejor al día siguiente).
Deciros que estoy mucho mejor, que os animo a que practiquéis “Yoga Integral”, (yo estoy haciendo un curso de profesor de yoga integral y me va fenómeno) y que como dice mi maestro: “en mi situación ,de cada mil, sólo se salva uno”, por lo que he tenido mucho suerte y por eso me pusieron el nombre yóguico de “Sankar”, que significa eso precisamente... suerte (una palabra que no os podéis ni imaginar lo que significa para mí.
He pasado de poder haber estado bajo tierra, a estar no ya sobre la tierra, sino a estar volando por el cielo, pero..., gracias a la práctica diaria del yoga).
No hay comentarios:
Publicar un comentario