Lo primero que perciben las personas que están cerca de una
persona con depresión es una transformación de su manera habitual de ser y de
comportarse. La ocupación por las cosas cotidianas, economía, trabajo, hijos,
pareja, etc., ahora se convierte en una pre-ocupación excesiva que está
impregnada de fantasías catastrofistas que, irremediablemente, la conducen a un
pesimismo férreo. La persona se percibe a sí misma y todo lo que la rodea desde
la premisa de la ruina y el desastre, de manera que la falta de esperanza va
ganando cada vez más espacio hasta hacerse la dueña de su sentir más profundo.
Lo primero que percibe el entorno de un depresivo. Frecuentemente
el depresivo se aísla, se encierra en su mundo, no comunica porque no tiene
palabras para describir ese espacio vacío que le habita. Le pedimos que nos
explique, pero no puede precisar. Cuando habla, lo hace con un discurso
empobrecido e impreciso que la mayoría de las veces no logramos entender.
En otras ocasiones, pueden aparecer reacciones agresivas y
hostiles que pueden acompañarse de la desconfianza que les producen los
delirios de persecución o perjuicio. En estos casos, es muy conveniente no
confrontar ni tratar de que “entre en razón”, no lo lograremos; es más, estamos
provocando que se agudicen sus delirios y la hostilidad se recrudezca contra
nosotros.
La convivencia con la persona deprimida es mortificante para
los que le rodean porque irradia pesimismo, está tan convencido de que sus
fantasías catastrofistas son ciertas, que las transmite con total convicción,
angustia y desesperanza y es que para el depresivo “todo está consumado”. Lo
que fantasea como ruinoso, para él es ruinoso, así que los intentos de las
personas cercanas para hacerle ver una realidad diferente, seguro que más
objetiva y realista, son infructuosos y frustrantes y, sobre todo, para el
depresivo no funcionan.
Es complicado estar cerca de ese mundo oscuro y desconocido,
sentimos tanto dolor que urgimos a la persona deprimida a que se ponga bien lo
antes posible y nos libere de nuestra angustia. De esa manera no le ayudamos,
al contrario, cuando una persona está deprimida y se siente urgida a sentirse
bien, estar alegre y sentir entusiasmo se hunde todavía más, porque coloca
sobre sí el peso de la frustración y la tristeza del otro junto al temor de ser
rechazado por no cumplir con sus expectativas, entonces cae en picado y añade
los sentimientos de culpa e incapacidad a ese popurrí de sentimientos
desordenados que la mantienen encerrada y atrapada en el estado depresivo.
Aprender a sostener la tristeza, las lágrimas, la amargura
que siente el deprimido sin intentar que cambie nada, es la mejor manera de
estar cerca del que sufre.
ALGUNOS DATOS QUE NECESITAMOS SABER
La persona depresiva se vuelve inestable, varían sus hábitos
cotidianos y es necesario saber las distintas formas que pueden adoptar para
poder comprenderlos.
Lo primero que percibe el entorno de un depresivo. Puede
presentar cambios de humor a lo largo del día. En unos momentos puede
parecernos que está más animada, sin embargo, en unas horas puede manifestar
crisis de llanto y angustia sin motivo aparente.
Generalmente se produce un empeoramiento de la
sintomatología depresiva por la mañana, encontrando mejoría por la tarde. Hay
personas que pasan de sentirse atormentadas por la mañana, sin ganas de
levantarse ni comer ni hablar con nadie, a ir normalizándose conforme avanza el
día. Sin embargo, este proceso puede darse en sentido inverso, por la mañana el
estado es de aparente normalidad produciéndose un empeoramiento conforme se
acerca la noche.
Generalmente este empeoramiento tiene que ver con la dificultad
para dormir que supone un verdadero calvario para la persona, ya que a esta
alteración del sueño, que en sí misma es incómoda y molesta, se une la
rumiación mental sobre aspectos que se perciben como catastrofistas. Las noches
pueden llegar a ser terroríficas para el depresivo y para las personas
cercanas. El trastorno del sueño que acompaña a la depresión tiene diferentes
modos de manifestación, puede encontrar dificultad para iniciar el sueño o, si
logra dormir pronto, puede tener despertares irregulares e intermitentes. En
todos los casos, se interrumpe el ciclo del sueño por lo que irá acumulando
cansancio. El acompañamiento en esta angustiosa fase supone de gran importancia
y valor para el depresivo.
Puede producirse también un empeoramiento en los cambios de
estaciones, durante los tránsitos del otoño al invierno o de la primavera al
verano. En el caso de las mujeres, también se puede agravar durante el ciclo
menstrual.
Saber que estas variaciones forman parte del proceso
depresivo nos puede ayudar a comprender los ritmos y no sentirnos perdidos y
desconcertados.
MARÍA GUERRERO ESCUSA
Psicóloga, profesora de la Universidad de Murcia y
colaboradora de AVIVIR, la revista del Teléfono de la Esperanza
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