viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Cómo ayuda un orientador del Teléfono de la Esperanza?


Súbete al carro de la esperanza

Procuramos no aconsejar nunca, y sí facilitar independencia, para que nuestros interlocutores se hagan cargo de su propia vida. Se trata de acompañar a la persona que llama y nos comparte su crisis emocional, para que adquiera plena conciencia de sus sentimientos, e incluso de sus sensaciones: “La práctica de la plena conciencia… puede ayudarnos a estar con los demás tanto en sus alegrías como en sus penas. El escuchar a los demás realmente, sin tratar de arreglar o cambiar las cosas inmediatamente, puede contribuir poderosamente a aumentar la mutua comprensión, … a reconocer nuestros sentimientos y elegir si actúas o no sobre ellos” (Ronald Siegel).
La 'noche oscura' de una persona en crisis ocurre a cualquier hora del día, durante las veinticuatro horas en las que los voluntarios atendemos el teléfono. Y también está entremezclada de claroscuros y de ráfagas de luz. Por eso, basándome en frases-robot irreconocibles, que no tienen un solo autor, voy a recoger desgarros y también recursos insospechados que tiene la gente. Tanto de unos como de otros debemos aprender.
DAR ACEPTACIÓN INCONDICIONAL A LA PERSONA DESDE EL NO-PODER
 
A veces, no es posible más que compartir el llanto y el dolor, como el de quien me comunicó, en medio de sollozos, que abusaba de los medicamentos para drogarse y evadirse… y su voz se debilitó hasta dormirse, dejándome con una sensación de profunda impotencia. También es el caso de muchas valiosas conversaciones con personas dolientes por enfermedades físicas y psíquicas de todo tipo, que requieren reiteradamente de nosotros simplemente, y nada menos que, ser escuchadas con empatía.
Otras veces sólo podemos informar de recursos sociales e instituciones, ante llamadas de personas sin techo, o solicitando dinero, o cómo obtener empleo. En cualquier caso, siempre abrimos la puerta a la escucha. Y la verdad es que la conversación se prolonga más allá de la demanda concreta inicial, que suele incluir una crisis emocional y personal.
Hay quienes se dejan arrastrar por el desánimo y el derrotismo, cerrándose a sí mismos el paso a una posible mejora: palabras como nunca, culpa y siempre se usan para descalificar a los otros, al mundo, al futuro y a sí mismos. Nuestro papel, en cualquier caso, no es convencerles de nada, sino escuchar el dolor que late en su mensaje. Y compartirlo. Nos suelen angustiar mucho estas llamadas “sin salida”, posiblemente llenas de agresividad soterrada. Por ello, el voluntario necesita la ayuda de sus compañeros de turno y también formación permanente.
En fin, en los casos en los que la persona que llama no moviliza su energía y sus recursos, está uno tentado de dar mil consejos, pero nada más lejos del estilo respetuoso del Teléfono de la Esperanza. Además, los intentos de persuadir se pueden rebatir hábil y fácilmente con contraexperiencias. Mejor es aceptar nuestras limitaciones como agentes de ayuda; y, quizá, con alguna pregunta, sugerir áreas donde pueda el interesado encontrar zonas de esperanza, para que el interlocutor tome las riendas de su vida y descubra su propia senda para crecerse.
 
LA RELACIÓN DE AYUDA CONDUCE AL CRECIMIENTO PERSONAL
Otras veces, quien llama acoge y explicita progresivamente sus propios sentimientos. Esto le posibilita valorar y afrontar su situación con sus propios criterios. Entonces, surge una nueva dinámica y se activa la empatía de la comunicación en profundidad, tanto para enfrentarse con lo negativo como para desplegar lo positivo:
•Sentimientos negativos, que invitamos a expresar y reflejamos -junto a los positivos, si es posible- tratando de que matice, gradúe, concrete y profundice en ellos: rabia, ira, sed de venganza, echar en cara y culpabilizar, dolor físico y psíquico …hasta el cansancio de luchar y de vivir.
•Hechos negativos: accidentes incapacitantes, situación de paro -que, tantas veces, se ceba en la misma familia-, quiebras empresariales, huelguistas exhaustos, abandonos y separaciones traumáticos, insultos, palizas, maltratos, violaciones, intentos de suicidio, diagnósticos de ansiedad, pánico, depresión, trastornos de personalidad.
Aun así, muchas veces, la persona que solicita ayuda se crece desde sus propias cenizas, recobra energía y entonces, maravillosamente, se produce en su plenitud la comunicación empática positiva. En ella se produce el encuentro personal. Un llamante, cauteloso, hostil, que informó sobre su trastorno de personalidad, me emocionó al concluir: “Ahora siento el calor de hablar con un ser humano”.
A partir de esta actitud compartida, quien expone el problema o crisis emocional, al sentirse escuchado, profundiza en sus sentimientos, que son detectados y explicitados por el agente de ayuda, que ofrece una respuesta empática: “Ud. se siente…”. La nueva vivencia de sus sentimientos le puede permitir ver la situación preocupante o amenazante -¡o acogedora y no acepta dejarse querer!- desde otras perspectivas. Cuando esto ocurre, podemos decir que se ha producido una reestructuración de sus pensamientos, sentimientos o comportamientos. Y, si acaso, el asesorado manifiesta incoherencias, dentro de sus propios valores, entonces se le hacen saber, para que sepa a qué atenerse. Suelen agradecer bastante esta confrontación. Alguien refirió: “Tengo hambre de contacto físico”; y, al momento: “Llevo meses sin besar a mis padres”. Al caer en la cuenta de que ambas frases chirriaban bastante, se llevó un chasco muy constructivo.
Y también proponemos que la comunicación empática debe ser positiva, es decir, no dejarse atrapar por las pérdidas, fallos, desánimos, impotencias y vulnerabilidades. Más bien, incluso haciendo pie con realismo en lo negativo, debe facilitarse el descubrimiento de las capacidades, competencias, virtudes y fortalezas nucleares de cada persona. Y, del mismo modo, se pueden recobrar áreas de la vida en que se funciona bien y con éxito, expectativas de futuro optimistas, logros, actitudes y decisiones positivas que se tomaron y fueron eficaces en otros momentos.
En definitiva, la intervención en crisis vitales y emocionales, tan característica de nuestro Teléfono de la Esperanza, profundiza en la búsqueda del desarrollo personal, por más que el punto de partida sea, en muchos casos, la soledad y el sufrimiento. La meta de la psicología humanista ha sido nuestro crecimiento como personas, y hoy es retomada por la psicología positiva. Nos vamos a fijar en los cinco factores que Martin Seligman señala como criterios y caminos para el desarrollo personal. Y los ejemplificaremos con evocaciones de llamadas recibidas en el claroscuro de ‘la noche’. Aun en medio de muchas turbulencias, nuestros interlocutores nos enseñan, a veces en grado heroico, cómo son capaces de cultivar valores, virtudes y fortalezas del carácter.
ZONAS DE CRECIMIENTO Y BIENESTAR PERSONAL
Estas zonas están constituidas por competencias que, ciertamente, se pueden dar solas, pero generalmente se acompañan y refuerzan entre sí, a modo de espiral positiva y ascendente.
 1.- Desarrollo de emociones positivas
Éstas pueden lograrse escuchando la inmensidad de las capacidades y sentimientos que surgen del corazón humano y que son, desde su raíz, auténticas y constructivas; pero también desenmascarando los pensamientos derrotistas que tantas veces atenazan nuestra mente. Así podemos llegar a autocontrolar nuestro estado de ánimo y recuperar el equilibrio y el amor de sí mismo, tan necesario para querer a los demás.
“Me gusta dar mucho amor, bondad y cariño, no sólo en la familia, sino también en el trabajo, pese al maltrato múltiple que recibí de niño. Estoy superando, con la ayuda de profesores y amigos, a los que estoy muy agradecido, las heridas que me hicieron en mi infancia. En ella viví un mundo hostil, en que no sabía ni cuándo ni dónde ni por qué me llovían los golpes. Pero ya no quiero ser una víctima”.
Sin duda, este joven -en el que sintetizo muchas llamadas- está haciendo un trabajo de recuperación de su pasado y poniendo en juego poderosas fuerzas de su carácter: aceptación, indulgencia y perdón. Quizá algunos momentos cumbre de lucidez y de reestructuración tuvieron lugar en el transcurso de la conversación, en la seguridad de la privacidad y la aceptación incondicional. También quiero destacar la importancia de la gratitud con unos hallazgos que recoge Seligman: “Las personas que valoran y expresan gratitud salen ganando en salud, calidad del sueño y relaciones, y rinden mejor”.  
2.- Entrega, compromiso, fluir 
La dedicación intensa y continuada -compromiso- a una tarea produce un fluir muy especial de la persona y una sensación de plenitud, en la que puede uno quedar absorto y el tiempo parece que se para: “Me encanta mi trabajo. Tiene una parte creativa que me absorbe y se me pasa el tiempo sin sentir. Pero al salir y, sobre todo, los fines de semana me encuentro solo. Y quedar por internet con una chica me parece inseguro y un poco frívolo”. No es poca la entrega que esta comunicación aporta, aunque, como tantas veces ocurre, está entremezclada con algunas carencias. Pero ya hay luz que se proyecta en ‘la noche’ y roca en la que apoyarse. 
3.- Sentido y pertenencia a algo mayor que uno mismo
Esta área de crecimiento personal y de consecución de bienestar (y, posiblemente, de felicidad, por limitada y esporádica que sea) lo es, precisamente, porque nos introduce en la vida con sentido. “Tengo atrofia muscular grave, después de mi accidente de moto, pero, ante la incomprensión y el fastidio de mi familia, que no quieren llevarme, por las tardes hago un voluntariado”. En estas palabras se ve que compromiso y sentido van de la mano. Y te incorporan a unos ideales, valores o a una pertenencia institucional -como le ocurre al voluntario- que te lleva más allá de ti mismo y te trasciende, pese a los inconvenientes que te puedan sobrevenir. Otro llamante concluía así con una renovada expectativa de futuro: “Me siento mejor, veo otra perspectiva y estoy dispuesto a empezar algo diferente con valores nuevos”.
4.- Relaciones personales positivas
Si nos preguntasen a los voluntarios del Teléfono de la Esperanza cuál es a la vez el problema y la solución de muchas llamadas, es probable que concluyéramos: los otros. ¿Las actitudes con las que nos relacionamos son sanas o están enfermas? ¿Son ordenadas o depredadoras? ¿Estamos enrocados en una soledad sin sentido? ¿Nos comemos nuestros sentimientos? La verdad es que los caldeos emocionales en la familia, el desamor y los enganches amorosos parasitarios (“Con tal que alguien me quiera, lo aguanto todo”) están al orden del día. Un joven comentó: “Las relaciones con mi padre son rutinarias. Cuando hay problemas nuestros o temas importantes, los tenemos que hablar siempre enfadados y levantando la voz. Y si se suma mi madre…”. Opinar con asertividad, es decir, con claridad y sin agresividad, no es fácil. No se nace con ello; hay que entrenarse.
La capacidad de amar y dejarse amar es una de las virtudes y fortalezas del carácter más características, valga la expresión. Pero probablemente haya de practicarse de forma ordenada, según los propios criterios de lo que debe ser una relación: ¿pasajera y de conveniencia?, ¿de amor y estable? Para afrontar debidamente la relación personal, es preciso autoestimarse y resistir el miedo a la soledad: “Le amo pero no me interesa seguir con él. En su comportamiento no hay claridad. Miente. Este amor es destructivo”.
Otra área de relaciones conflictivas, que en el encuentro del diálogo en ‘la noche’ pueden transformarse en positivas, es la dependencia y la indecisión. Si tuviese que hacer un retrato colectivo del frecuente grito de indignación de muchas mujeres, lo haría hablar así: “He sido maltratada psicológicamente. Y físicamente también muchas veces. Ahora tengo conciencia plena de mi dependencia emocional. Sé que me la estoy jugando, pero es mi oportunidad de decidir que soy independiente y de que me valoro por mí misma”.
5.- Logros personales
Logro es todo aquello de lo que nos sentimos más o menos satisfechos u orgullosos de haber conseguido en la vida. También lo que hemos aportado a otros, a los hijos (empezando por haberles traído al mundo y educado, siempre con errores), familia o sociedad con nuestro trabajo, aficiones e ingenio. Del mismo modo, el haber atraído con ternura, amor y apego, como lo hace un bebé o un discapacitado, que aportan a la vida dimensiones de espiritualidad y elevación, se sea o no creyente.
Un joven imposibilitado logra con esfuerzo comunicarse: “Animo a mis padres en muchos momentos, lucho por tener amigos, acepto visitas… y hasta me piden consejo”.
Una mujer ha conseguido crear una mediana empresa después de su separación y afirma: “No esperaba estos logros tan importantes. Y lo económico es lo de menos. Estoy orgullosa de mí misma, porque al principio estaba muy aislada y tenía mucho miedo. Pero también necesito apoyo, porque, al final, tengo que tomar yo sola las decisiones”.
Las fortalezas del carácter, tales como la valentía, la amplitud de miras y el amor por aprender, la inteligencia emocional, el optimismo realista y la resistencia al estrés fundamentan estos cinco elementos. En efecto, pueden llenarte de energía para -como hemos señalado y ejemplificado- experimentar 1) afecto positivo, 2) entrega, 3) dar sentido, 4) mejorar tus relaciones y 5) conseguir logros por irradiación o por atracción.
Las voces colectivas, que como un mosaico fundamentan este escrito, nos animan. A veces nos informan de la acumulación de graves diagnósticos Y, aun así, se enfrentan con valor y coraje a su espera emocional en el día a día con serenidad y esperanza. Hablan así: “No estoy segura de lo que me pasa, pero apuesto por la verdad y por los valores, que es lo que va a permanecer. También estoy tranquila para afrontar la incomprensión”. Constituyen todo un testimonio de vida, muchas veces vivida de forma heroica.
MANUEL PINTOR
Doctor en Psicología, catedrático de Filosofía y orientador del Teléfono de la Esperanza

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