Súbete al carro de la esperanza
Procuramos no aconsejar nunca, y sí facilitar independencia,
para que nuestros interlocutores se hagan cargo de su propia vida. Se trata de
acompañar a la persona que llama y nos comparte su crisis emocional, para que
adquiera plena conciencia de sus sentimientos, e incluso de sus sensaciones:
“La práctica de la plena conciencia… puede ayudarnos a estar con los demás
tanto en sus alegrías como en sus penas. El escuchar a los demás realmente, sin
tratar de arreglar o cambiar las cosas inmediatamente, puede contribuir
poderosamente a aumentar la mutua comprensión, … a reconocer nuestros
sentimientos y elegir si actúas o no sobre ellos” (Ronald Siegel).
La 'noche oscura' de
una persona en crisis ocurre a cualquier hora del día, durante las veinticuatro
horas en las que los voluntarios atendemos el teléfono. Y también está
entremezclada de claroscuros y de ráfagas de luz. Por eso, basándome en
frases-robot irreconocibles, que no tienen un solo autor, voy a recoger
desgarros y también recursos insospechados que tiene la gente. Tanto de unos
como de otros debemos aprender.
DAR ACEPTACIÓN INCONDICIONAL A LA PERSONA DESDE EL NO-PODER
A veces, no es posible más
que compartir el llanto y el dolor, como el de quien me comunicó, en medio de
sollozos, que abusaba de los medicamentos para drogarse y evadirse… y su voz se
debilitó hasta dormirse, dejándome con una sensación de profunda impotencia.
También es el caso de muchas valiosas conversaciones con personas dolientes por
enfermedades físicas y psíquicas de todo tipo, que requieren reiteradamente de
nosotros simplemente, y nada menos que, ser escuchadas con empatía.
Otras veces sólo
podemos informar de recursos sociales e instituciones, ante llamadas de
personas sin techo, o solicitando dinero, o cómo obtener empleo. En cualquier
caso, siempre abrimos la puerta a la escucha. Y la verdad es que la
conversación se prolonga más allá de la demanda concreta inicial, que suele
incluir una crisis emocional y personal.
Hay quienes se dejan
arrastrar por el desánimo y el derrotismo, cerrándose a sí mismos el paso a una
posible mejora: palabras como nunca, culpa y siempre se usan para descalificar
a los otros, al mundo, al futuro y a sí mismos. Nuestro papel, en cualquier
caso, no es convencerles de nada, sino escuchar el dolor que late en su
mensaje. Y compartirlo. Nos suelen angustiar mucho estas llamadas “sin salida”,
posiblemente llenas de agresividad soterrada. Por ello, el voluntario necesita
la ayuda de sus compañeros de turno y también formación permanente.
En fin, en los casos
en los que la persona que llama no moviliza su energía y sus recursos, está uno
tentado de dar mil consejos, pero nada más lejos del estilo respetuoso del
Teléfono de la Esperanza. Además, los intentos de persuadir se pueden rebatir
hábil y fácilmente con contraexperiencias. Mejor es aceptar nuestras
limitaciones como agentes de ayuda; y, quizá, con alguna pregunta, sugerir
áreas donde pueda el interesado encontrar zonas de esperanza, para que el
interlocutor tome las riendas de su vida y descubra su propia senda para
crecerse.
LA RELACIÓN DE AYUDA CONDUCE AL CRECIMIENTO PERSONAL
Otras veces, quien
llama acoge y explicita progresivamente sus propios sentimientos. Esto le
posibilita valorar y afrontar su situación con sus propios criterios. Entonces,
surge una nueva dinámica y se activa la empatía de la comunicación en
profundidad, tanto para enfrentarse con lo negativo como para desplegar lo
positivo:
•Sentimientos negativos, que invitamos a expresar y
reflejamos -junto a los positivos, si es posible- tratando de que matice,
gradúe, concrete y profundice en ellos: rabia, ira, sed de venganza, echar en
cara y culpabilizar, dolor físico y psíquico …hasta el cansancio de luchar y de
vivir.
•Hechos negativos: accidentes incapacitantes, situación de
paro -que, tantas veces, se ceba en la misma familia-, quiebras empresariales,
huelguistas exhaustos, abandonos y separaciones traumáticos, insultos, palizas,
maltratos, violaciones, intentos de suicidio, diagnósticos de ansiedad, pánico,
depresión, trastornos de personalidad.
Aun así, muchas veces, la persona que solicita ayuda se
crece desde sus propias cenizas, recobra energía y entonces, maravillosamente,
se produce en su plenitud la comunicación empática positiva. En ella se produce
el encuentro personal. Un llamante, cauteloso, hostil, que informó sobre su
trastorno de personalidad, me emocionó al concluir: “Ahora siento el calor de
hablar con un ser humano”.
A partir de esta actitud
compartida, quien expone el problema o crisis emocional, al sentirse escuchado,
profundiza en sus sentimientos, que son detectados y explicitados por el agente
de ayuda, que ofrece una respuesta empática: “Ud. se siente…”. La nueva
vivencia de sus sentimientos le puede permitir ver la situación preocupante o
amenazante -¡o acogedora y no acepta dejarse querer!- desde otras perspectivas.
Cuando esto ocurre, podemos decir que se ha producido una reestructuración de
sus pensamientos, sentimientos o comportamientos. Y, si acaso, el asesorado
manifiesta incoherencias, dentro de sus propios valores, entonces se le hacen
saber, para que sepa a qué atenerse. Suelen agradecer bastante esta
confrontación. Alguien refirió: “Tengo hambre de contacto físico”; y, al
momento: “Llevo meses sin besar a mis padres”. Al caer en la cuenta de que
ambas frases chirriaban bastante, se llevó un chasco muy constructivo.
Y también proponemos
que la comunicación empática debe ser positiva, es decir, no dejarse atrapar
por las pérdidas, fallos, desánimos, impotencias y vulnerabilidades. Más bien,
incluso haciendo pie con realismo en lo negativo, debe facilitarse el descubrimiento
de las capacidades, competencias, virtudes y fortalezas nucleares de cada
persona. Y, del mismo modo, se pueden recobrar áreas de la vida en que se
funciona bien y con éxito, expectativas de futuro optimistas, logros, actitudes
y decisiones positivas que se tomaron y fueron eficaces en otros momentos.
En definitiva, la
intervención en crisis vitales y emocionales, tan característica de nuestro
Teléfono de la Esperanza, profundiza en la búsqueda del desarrollo personal,
por más que el punto de partida sea, en muchos casos, la soledad y el
sufrimiento. La meta de la psicología humanista ha sido nuestro crecimiento
como personas, y hoy es retomada por la psicología positiva. Nos vamos a fijar
en los cinco factores que Martin Seligman señala como criterios y caminos para
el desarrollo personal. Y los ejemplificaremos con evocaciones de llamadas
recibidas en el claroscuro de ‘la noche’. Aun en medio de muchas turbulencias,
nuestros interlocutores nos enseñan, a veces en grado heroico, cómo son capaces
de cultivar valores, virtudes y fortalezas del carácter.
ZONAS DE CRECIMIENTO Y BIENESTAR PERSONAL
Estas zonas están
constituidas por competencias que, ciertamente, se pueden dar solas, pero
generalmente se acompañan y refuerzan entre sí, a modo de espiral positiva y
ascendente.
1.- Desarrollo de
emociones positivas
Éstas pueden lograrse
escuchando la inmensidad de las capacidades y sentimientos que surgen del
corazón humano y que son, desde su raíz, auténticas y constructivas; pero
también desenmascarando los pensamientos derrotistas que tantas veces atenazan
nuestra mente. Así podemos llegar a autocontrolar nuestro estado de ánimo y
recuperar el equilibrio y el amor de sí mismo, tan necesario para querer a los
demás.
“Me gusta dar
mucho amor, bondad y cariño, no sólo en la familia, sino también en el trabajo,
pese al maltrato múltiple que recibí de niño. Estoy superando, con la ayuda de
profesores y amigos, a los que estoy muy agradecido, las heridas que me
hicieron en mi infancia. En ella viví un mundo hostil, en que no sabía ni
cuándo ni dónde ni por qué me llovían los golpes. Pero ya no quiero ser una
víctima”.
Sin duda, este joven -en el que sintetizo muchas llamadas-
está haciendo un trabajo de recuperación de su pasado y poniendo en juego
poderosas fuerzas de su carácter: aceptación, indulgencia y perdón. Quizá
algunos momentos cumbre de lucidez y de reestructuración tuvieron lugar en el
transcurso de la conversación, en la seguridad de la privacidad y la aceptación
incondicional. También quiero destacar la importancia de la gratitud con unos
hallazgos que recoge Seligman: “Las personas que valoran y expresan gratitud
salen ganando en salud, calidad del sueño y relaciones, y rinden mejor”.
2.- Entrega, compromiso, fluir
La dedicación intensa
y continuada -compromiso- a una tarea produce un fluir muy especial de la
persona y una sensación de plenitud, en la que puede uno quedar absorto y el
tiempo parece que se para: “Me encanta mi trabajo. Tiene una parte creativa que
me absorbe y se me pasa el tiempo sin sentir. Pero al salir y, sobre todo, los
fines de semana me encuentro solo. Y quedar por internet con una chica me
parece inseguro y un poco frívolo”. No es poca la entrega que esta comunicación
aporta, aunque, como tantas veces ocurre, está entremezclada con algunas
carencias. Pero ya hay luz que se proyecta en ‘la noche’ y roca en la que
apoyarse.
3.- Sentido y pertenencia a algo mayor que uno mismo
Esta área de
crecimiento personal y de consecución de bienestar (y, posiblemente, de
felicidad, por limitada y esporádica que sea) lo es, precisamente, porque nos
introduce en la vida con sentido. “Tengo atrofia muscular grave, después de mi
accidente de moto, pero, ante la incomprensión y el fastidio de mi familia, que
no quieren llevarme, por las tardes hago un voluntariado”. En estas palabras se
ve que compromiso y sentido van de la mano. Y te incorporan a unos ideales,
valores o a una pertenencia institucional -como le ocurre al voluntario- que te
lleva más allá de ti mismo y te trasciende, pese a los inconvenientes que te
puedan sobrevenir. Otro llamante concluía así con una renovada expectativa de
futuro: “Me siento mejor, veo otra perspectiva y estoy dispuesto a empezar algo
diferente con valores nuevos”.
4.- Relaciones personales positivas
Si nos preguntasen a
los voluntarios del Teléfono de la Esperanza cuál es a la vez el problema y la
solución de muchas llamadas, es probable que concluyéramos: los otros. ¿Las
actitudes con las que nos relacionamos son sanas o están enfermas? ¿Son
ordenadas o depredadoras? ¿Estamos enrocados en una soledad sin sentido? ¿Nos
comemos nuestros sentimientos? La verdad es que los caldeos emocionales en la
familia, el desamor y los enganches amorosos parasitarios (“Con tal que alguien
me quiera, lo aguanto todo”) están al orden del día. Un joven comentó: “Las
relaciones con mi padre son rutinarias. Cuando hay problemas nuestros o temas
importantes, los tenemos que hablar siempre enfadados y levantando la voz. Y si
se suma mi madre…”. Opinar con asertividad, es decir, con claridad y sin
agresividad, no es fácil. No se nace con ello; hay que entrenarse.
La capacidad de amar y
dejarse amar es una de las virtudes y fortalezas del carácter más
características, valga la expresión. Pero probablemente haya de practicarse de
forma ordenada, según los propios criterios de lo que debe ser una relación:
¿pasajera y de conveniencia?, ¿de amor y estable? Para afrontar debidamente la
relación personal, es preciso autoestimarse y resistir el miedo a la soledad:
“Le amo pero no me interesa seguir con él. En su comportamiento no hay
claridad. Miente. Este amor es destructivo”.
Otra área de relaciones conflictivas, que en el encuentro
del diálogo en ‘la noche’ pueden transformarse en positivas, es la dependencia
y la indecisión. Si tuviese que hacer un retrato colectivo del frecuente grito
de indignación de muchas mujeres, lo haría hablar así: “He sido maltratada
psicológicamente. Y físicamente también muchas veces. Ahora tengo conciencia
plena de mi dependencia emocional. Sé que me la estoy jugando, pero es mi
oportunidad de decidir que soy independiente y de que me valoro por mí misma”.
5.- Logros personales
Logro es todo aquello
de lo que nos sentimos más o menos satisfechos u orgullosos de haber conseguido
en la vida. También lo que hemos aportado a otros, a los hijos (empezando por
haberles traído al mundo y educado, siempre con errores), familia o sociedad
con nuestro trabajo, aficiones e ingenio. Del mismo modo, el haber atraído con
ternura, amor y apego, como lo hace un bebé o un discapacitado, que aportan a
la vida dimensiones de espiritualidad y elevación, se sea o no creyente.
Un joven
imposibilitado logra con esfuerzo comunicarse: “Animo a mis padres en muchos
momentos, lucho por tener amigos, acepto visitas… y hasta me piden consejo”.
Una mujer ha conseguido crear una mediana empresa después de
su separación y afirma: “No esperaba estos logros tan importantes. Y lo
económico es lo de menos. Estoy orgullosa de mí misma, porque al principio
estaba muy aislada y tenía mucho miedo. Pero también necesito apoyo, porque, al
final, tengo que tomar yo sola las decisiones”.
Las fortalezas del carácter, tales como la valentía, la
amplitud de miras y el amor por aprender, la inteligencia emocional, el
optimismo realista y la resistencia al estrés fundamentan estos cinco
elementos. En efecto, pueden llenarte de energía para -como hemos señalado y
ejemplificado- experimentar 1) afecto positivo, 2) entrega, 3) dar sentido, 4)
mejorar tus relaciones y 5) conseguir logros por irradiación o por atracción.
Las voces colectivas, que como un mosaico fundamentan este
escrito, nos animan. A veces nos informan de la acumulación de graves
diagnósticos Y, aun así, se enfrentan con valor y coraje a su espera emocional
en el día a día con serenidad y esperanza. Hablan así: “No estoy segura de lo
que me pasa, pero apuesto por la verdad y por los valores, que es lo que va a
permanecer. También estoy tranquila para afrontar la incomprensión”.
Constituyen todo un testimonio de vida, muchas veces vivida de forma heroica.
MANUEL PINTOR
Doctor en Psicología, catedrático de Filosofía y orientador
del Teléfono de la Esperanza
CUIDA TU SALUD EMOCIONAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario