Las celebraciones navideñas y de fin de año llevan
aparejadas un sinfín de emociones. Son fiestas que potencian la alegría, pero
también la soledad y la tristeza. Muchas personas experimentan una gran
disonancia entre lo que nos trasmiten todos los estímulos exteriores (festejos,
reuniones familiares, cenas de empresa, compras, regalos, etc.), que de alguna
manera nos dicen que debemos estar alegres, y las emociones internas de la
propia persona, que le conducen a la melancolía y la nostalgia.
Es en esta época, de cenas familiares y fiestas, cuando más
presentes se hacen las ausencias. Nunca se está preparado para la muerte de un
ser querido. Sobre todo la primera Navidad tras una pérdida afectiva, es
frecuente que una catarata de emociones se desencadene con la visión de una
silla vacía.
Se estima que un 5% de la población está atravesando en
estos momentos un proceso de duelo por una pérdida afectiva reciente y que
estas fiestas navideñas serán las primeras tras ese fallecimiento. El duelo, en
sí mismo, no es una patología, sino que supone un proceso de adaptación a la
nueva situación. Sin embargo, algunas veces el proceso de duelo no cursa de
manera sana. De hecho, una de cada seis personas que pierde a un ser querido
desarrolla una depresión al año siguiente, según un estudio de la Sociedad
Española de Médicos de Atención Primaria.
El llanto, la rabia o la melancolía forman parte del proceso
de curación de las heridas, y son normales. El problema surge cuando estas
emociones internas con el ambiente festivo propio de las celebraciones
navideñas y de fin de año. Esto es lo que los psicólogos y terapeutas conocen
como “síndrome de la silla vacía”.
En el pasado, cuando era más habitual un modelo familiar extensivo,
la familia realizaba una función amortiguadora frente a los “golpes de la vida”
y de contención de las crisis vitales. Sin embargo, en la actualidad, en muchos
casos, el individuo en crisis se siente muy solo.
En estas situaciones, lo más recomendable es evitar el abuso
de fármacos, ansiolíticos y antidepresivos. El duelo es un proceso natural que
necesita su tiempo. En ningún caso es sano anestesiar los sentimientos.
Por el contrario, es aconsejable realizar aquellas
actividades y aficiones que solían gustar a la persona.
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