viernes, 16 de octubre de 2015

Optimismo inteligente


Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.
Benjamín Franklin.

Martin Seligman y la psicología positiva nos han enseñado la importancia de vivir la vida con optimismo.

El optimismo se define como la predisposición a entender y a analizar la realidad desde su aspecto más positivo.

Optimismo inteligente, una habilidad que puede entrenarse

Ser optimista te ayuda a avanzar y a no quedarte estancado ante las dificultades, inseguridades o miedos, a salir de tu zona de confort, a ser valiente y decidido.

El optimismo te permite pensar con ilusión y esperanza, lo que hace que trabajes en el presente más convencido y con fuerza. Siendo optimista te centras en las soluciones y perseveras.

El optimista es, en realidad, una persona realista, pues tiene más en cuenta los aspectos negativos que los pesimistas los positivos. Ser optimista no es pasar de lo negativo.

Conviértete en optimista
Dado que nuestra esperanza de vida aumenta, hay que poner vida a los años. No te quedes con el “yo soy así”.

Heredamos el estado de ánimo de los padres. Entre el 25% y 50% de la habilidad para ser feliz está escrita en los genes, pero el resto es nuestra tarea; ahí está nuestro margen de maniobra.

Nuestro cerebro es plástico y podemos reeducarle en pensamientos positivos. Es cuestión de tiempo, y créenos: lo agradecerás.

Los pesimistas se escudan en frases como “no soy pesimista, soy realista” o “un optimista es un pesimista mal informado”. Por ellas mismas, estas frases condicionan la forma de pensar.

Toma conciencia de que las percepciones son subjetivas. Como ejemplo, la famosa botella medio llena o medio vacía. Somos nosotros quienes moldeamos la perspectiva de las cosas.

La educación y las malas costumbres convierten en hábito un lenguaje basado en la duda, el temor o en la inseguridad.

Tu pesimismo en ocasiones te ha traído beneficios. El victimismo provoca que los demás estén pendientes de ti, lo que refuerza la idea de que dar pena y compadecerse de uno mismo atrae a las personas.

Pero todo lo contrario: lo que ocurre es que las alejas de ti. La gente quiere gente alegre y positiva que contagie emociones que les movilicen a vivir mejor.

Pensamiento, emoción y conducta
Somos pensamiento, emoción y conducta, y cada variable influye en las otras. Sólo es cuestión de romper el círculo por donde más fácil te parezca.

Por tu mente, según la emoción, aparecen pensamientos que van adornando esa emoción: pensamientos de frustración (“es que no me sale nunca”), de inseguridad (“yo no sé si seré capaz”), de temor (“y si por eso no me dan más posibilidades”, “siempre…”, “nunca...”)…

EL PORTAL DEL HOMBRE

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