jueves, 29 de octubre de 2015

Vencer el victimismo


¿Eres adicto a quejarte? Aprende a vencer el victimismo.

¿TIENES UN AMIG@ QUE SE LAMENTA PORQUE TODO LE VA MAL?

¿TU PAREJA NO PARA DE QUEJARSE PORQUE NADIE LE ENTIENDE?

O ¿ES TU ABUELA LA QUE PROTESTA CONSTANTEMENTE POR LA INCOMPETENCIA DEL GOBIERNO?

¿Cómo saber si sufres de victimismo?
Antes de contarte mi historia, seguramente tú también te quejas de cosas. Resuelve este test de 10 preguntas para descubrir tu grado de victimismo.


  • ¿te quejas por todo?
  • ¿sientes que permanentemente tiene mala suerte?
  • ¿culpas a los que le rodean de su infortunio?
  • ¿tu discurso es negativo y/o derrotista?
  • ¿trasladas la responsabilidad de lo que pasa en tu vida a los demás?
  • ¿utilizas a menudo tu drama como reclamo de la atención y compasión de los demás?
  • ¿te encierras aún más en tu victimismo cuando los demás no te siguen el juego? ¿te sientes incomprendido?
  • ¿te sientes rodeado de injusticias?
  • ¿te ves incapaz de salir de la adversidad?
  • y además ¿te muestras excesivamente nervioso, impaciente, protestón…?

Grado de Victimismo
Pues si a más de dos preguntas has contestado SÍ sin duda eres algo adicto, y si la respuesta positiva ha sido más de 6 preguntas estás en camino de que se convierta en un vicio.

Todo victimismo comienza con una queja, pero si no haces nada y dejas que se prolongue en el tiempo puedes convertirte en un quejica crónico.

Eres víctima o victimista
Pero ¿realmente eres víctima de las circunstancias que te rodean?

Leí una vez “las víctimas no suelen quejarse: están demasiado ocupadas curando sus heridas”

Ser víctima supone haber recibido un daño por una circunstancia ajena. En ese caso tu queja tiene sentido, pues parte del proceso consiste e expresar tu dolor para superarlo.

Pero no es objeto de esta entrada hablar de víctimas, sino del victimismo, que es esa conducta limitante asociada a un sentimiento de víctima.

Álvaro el victimista
Como te contaba al principio, yo mismo durante un periodo de mi vida no hacía otra cosa que lamentarme por mi trabajo.

¡Tenía infinidad de razones para quejarme!


  • Asumía la carga de trabajo de tres personas
  • No tenía apenas tiempo libre
  • No podía disfrutar de amistades, aficiones, familia..
  • Estaba permanentemente bajo una presión y tensión excesivas
  • Como consecuencia, mi salud se había visto deteriorada en exceso
Y ¿qué es lo que hacía? Culpar a la empresa, quejarme por su falta de consideración con los trabajadores, por no poner recursos suficientes para que la carga de trabajo fuera la razonable.

Me sentía engañado, decepcionado y atrapado en esa situación. Era víctima de una gestión horrible.

La realidad era que estaba hiper-quemado con el trabajo, pero ¿qué hacía yo realmente por resolver esa situación?

NADA

¿qué esperaba, que la empresa cambiase? ¿que el proyecto se cancelase? ¿que el cliente se transformase?

Pues sí, se ve que era eso lo que esperaba. Y mientras tanto venga a quejarme y lamentarme.

Hasta que un día mi salud estaba tan perjudicada que tuve que ir al médico.

“Tú lo que tienes es un estrés que te lo pisas” me dijo… “tu cuerpo te está mandando mensajes, si no paras tú, lo hará él”.

Me quedaba claro, tenía que cambiar cosas, pero es que no tenía tiempo. Por no hablar de energía…

En realidad lo que me ocurría es que me resistía al cambio: obviamente para mí era mucho más cómodo que todo cambiase.

Bueno, es que si cambiaba mi jefe, mi empresa, mi cliente.. yo no tenía que cambiar y podía ser feliz.

Pues sí, eso habría sido ideal pero no sucedía. Ni iba a suceder nunca.

Lo que sí sucedía mientras esperaba “el milagro” era que mi estómago estaba tan fastidiado que no pasaban una semana sin que tuviera diarreas, que los ataques de pánico que sufría por el desmedido estrés eran cada vez más frecuentes y me producían hormigueos e insensibilidad en manos y piernas, y que mi carácter se me había amargado hasta ser una persona gris y con la que no me apetecería hoy tomarme un café.

Tenía la salud por los suelos.

Entonces tomé conciencia de una cosa importante: del significado de la palabra responsabilidad.

Si observas bien la palabra te darás cuenta en seguida de que responsabilidad etimológicamente viene de la habilidad de dar respuesta.

Ese significado lo tenía extraordinariamente asimilado en cuanto a mi trabajo. Era una máquina de resolver situaciones, de tomar decisiones inmediatas, pero estaba claro que me sentía totalmente incompetente para dar respuesta a los problemas de mi vida personal.

En una frase: era responsable con mi trabajo pero no lo era con mi vida.

Entonces recordé la charla con el médico y me dije: “tienes que cambiar” De hecho, había algo dentro de mí que llevaba tiempo diciéndolo, pero me negaba a escuchar esa voz.

Pero he de confesar que tenía miedos, y que me sentía responsable con mi equipo de trabajo. Por eso, a pesar de empezar a tenerlo claro, me costaba horrores llevar ese pensamiento a la acción así que decidí contratar a un coach.

Con él revisé mi situación y establecí objetivos personales con los que empecé a trabajar. Establecí mis prioridades: lo primero era sentirme mejor física y psíquicamente.

Para ello empecé a respetar mis tiempos de descanso, a salir a una hora prudencial para practicar yoga. Por fin estaba desarrollando esa habilidad de dar respuestas a lo que era importante en mi vida.

Me costó bastante cambiar mi conducta de “trabajador comprometido hasta la muerte con la empresa”. Al principio me sentía culpable. Me oía a mí mismo diciendo “debería de estar respondiendo esa carta” o  “tendría que llamar a fulano para ver cómo ha ido esto”

Entonces me acordé de la receta que me dio el médico. Además de  hacer deporte regularmente y cambiar de actitud me dijo que debía de tomar con regularidad “melasuda 600”*. Es verídico.

Tenía que tomarme aquella medicina para poner primero lo primero, que es el el primer hábito de la gente altamente efectiva según Stephen Covey.

Sin embargo, a pesar de todo, la situación no mejoró, yo mejoré pero poco, y finalmente sucedió algo que detonó la crónica de una muerte anunciada.

Entonces tomé la decisión más importante y de la que más satisfecho me siento en mi vida:

presenté mi carta de dimisión.

Lo que hice para vencer el victimismo
Si lees con detenimiento mi relato anterior apreciarás la secuencia que fue sucediéndose para llegar a la decisión de dejar mi empresa.


  1. Acepté que la situación de mi entorno no iba a cambiar, y por tanto me correspondía a mi hacerlo.
  2. Tomé conciencia de que yo era responsable de lo que sucedía y de que estaba creando la situación con mi conducta limitante: el quejica.
  3. Primera elección: ¿cambiar de actitud o cambiar de trabajo? Aún no estaba preparado para dar el salto al vacío. Decidí por tanto cambiar de actitud.
  4. Superé la resistencia a ese cambio de actitud tomando “melasuda 600” (según prescripción médica ;) )
  5. Para consolidar ese cambio de actitud canalicé mis emociones de un modo diferente a la queja: haciendo yoga regularmente
  6. Tomé la responsabilidad en mi vida. Modifiqué una creencia limitante: “yo soy responsable del proyecto” por una creencia potenciadora “el proyecto es trabajo y yo soy responsable de mi vida”
  7. Busqué alternativas a mi situación: preparé el plan B
  8. Sopesé el riesgo y me enfrenté al miedo al cambio
  9. Tomé una elección: cambiar.

Por supuesto cada uno tiene sus circunstancias, y las dificultades son diferentes en cada caso, pero si un cambio te llama durante mucho tiempo en tu vida debes de empezar hacerle caso.

Supongo que a alguno después de leer todo esto estará pensando: “tú lo ves muy fácil”, “no es tan sencillo”… No lo tendré en cuenta, sé que es tu ego el que habla: utilizará todas las artimañas que pueda para encontrar excusas para quedarte como estás.

No obstante si deseas hacerlo tienes a tu disposición el campo de comentarios para expresarte.

Un breve cuento para finalizar
Un hombre entró en una ferretería. Junto al mostrador había un perro tumbado que lloriqueaba de vez en cuando.

El hombre le preguntó al tendero:

-¿Qué es lo que le pasa al perro que anda quejándose?
-Nada que está echado sobre un clavo y le duele al moverse…
-Y ¿por qué no lo suelta para que pueda ponerse en otro sitio?
-El perro no tiene correa señor… – Respondió el tendero
-Y entonces ¿por qué no se mueve de ahí?
-Pues yo creo que, le molesta lo suficiente como para quejarse pero no lo necesario como para cambiar de lugar.

La pregunta inevitable es…

¿VAS A SEGUIR QUEJÁNDOTE O VAS A COGER LAS RIENDAS DE TU VIDA PARA AFRONTAR EL CAMBIO QUE NECESITAS DE UNA VEZ POR TODAS?

Álvaro López

AUTORREALIZARTE

No hay comentarios: