miércoles, 2 de marzo de 2016

Un amor de andar por casa

Tú y yo podríamos ser cualquiera,
Pero qué suerte tenemos de ser tú y yo.
Sara Búho


Existen muchas formas de nombrar al amor, sin embargo, lo que de verdad acerca a dos personas que se quieren, son los pasos que dan hacia adelante con autenticidad, mirándose a los ojos. Un amor sencillo, despeinado y auténtico: un amor de andar por casa.

Un amor al que uno regresa cada día como quien vuelve a su hogar, donde sentirse cómodo no signifique acomodarse. Porque un amor de andar por casa te invita a ponerte las zapatillas pero también a remangarte como aquel que tiene delante de sí mismo el reto más bonito de su vida. El más grande.

Porque el amor de andar por casa requiere de paciencia, complicidad y valentía, y entiende que la mejor de las rutinas se crea a base de sonrisas, besos y empatía. No busca el amor en grandes cantidades, sino en grandes calidades, y tampoco aspira a colocar al otro en un pedestal, sino sentirse admirado a la altura de sus ojos… y de su corazón.

Un amor de andar por casa es espontáneo. Es un amor que baila en el salón aunque no tenga ni idea del sentido del ritmo, pero improvisa cada paso a su lado con la mejor de las intenciones y al compás de sus latidos. Es un amor relajado, con las sonrisas y las ilusiones  por medio y sin recoger. Un amor, a veces, perezoso, con legañas y con sus ‘5 minutitos más’ en los que cerrar los ojos a la rutina y abrirlos al placer de alargarse durante horas. Un lugar donde tomarse el café, una copa de vino y la vida a sorbos en la terraza con una buena conversación. Un espacio donde tender la ropa y los miedos al sol para que se sequen y así avanzar con la valentía de frente. Y la suerte.

Un amor de andar por casa es paciente y comprensivo: es un amor con el que pasear a lo largo del pasillo como quien sabe que camina en la dirección correcta. Un amor que conoce y respeta los ritmos, acompasándolos en cada momento del día. Y de la vida. Y que cada noche te abraza para comprobar la medida de su cielo y, sin palabras, te hace sentir que todo está bien. Y si no, encontraréis la manera.

Un amor de andar por casa es imperfecto. No necesita que todo salga bien porque, precisamente el momento en el que improvisa, es cuando crea el pasaporte perfecto hacia la aventura y los recuerdos inolvidables. No precisa de superlativos para definirse, pues para el amor de andar por casa, la felicidad nace de cuidarse la piel con caricias y sacar lo mejor del otro. Y junto al otro.

Un amor de andar por casa es real: se equivoca, falla y se enfada, y es así y solo así, cuando crea las oportunidades más preciosas en las que resurgir como un amor resiliente. Ese amor que crece y se hace más fuerte tras buscar soluciones de la mano a los tropiezos. Esa clase de amor que cuenta hasta 10 antes de ‘pisar lo fregado’ porque sabe de la profundidad de las heridas que el orgullo puede ocasionar en el corazón. Es esa clase de amor que no deja hueco para excusas, quejas y desilusiones, y que cada lugar de la casa está decorado con momentos inolvidables como recordatorio de que de ahí y sólo de ahí, quieres formar parte: un espacio para ser uno mismo y crear el mejor lugar del mundo donde ser y estar.

Un amor de andar por casa es honesto: expresa lo que necesita con asertividad, respetando la opinión del otro y busca siempre la comunicación, incluso sin palabras. Porque el amor de andar por casa sabe que existe un idioma universal detrás de la mirada en la que se deletrea con cada una de las letras la palabra e-m-p-a-t-í-a. En un amor de andar por casa caben diferencias de opiniones sin sentir que se difumina el amor por ello, donde lo único ‘subido de tono’ es exclusivamente en la cama: porque un amor de andar por casa te lo puede decir ‘más claro, pero no más alto’ que los decibelios que marcan el cariño que cabe en un tono de voz que acaricia con palabras.

Un amor de andar por casa es sincero y equilibrado: no necesita una balanza, pues este amor se sostiene sobre la generosidad del que da sin exigir nada a cambio, pero sabe encontrar el momento adecuado para pedir. No necesita reloj pero sabe parar el tiempo en un abrazo y ser puntual a todos los ‘te quiero’ y en cada uno de los ‘lo siento’.

Un amor de andar por casa es complemento (directo): construye desde la paciencia, la confianza, el amor y la admiración; pide perdón, rectifica y aprende cada día. Un amor de andar por casa disfruta de la libertad de ser uno mismo en todo momento; donde el compromiso se conjuga en primera persona como punto de partida para vivir con los brazos abiertos. Un amor de andar por casa no te salva ni te completa: te abraza los miedos con esa inconfundible mirada de: Eh, estoy a tu lado: ‘yo mataré monstruos…’ CONTIGO.

Un amor feliz, libre y… humano.
Un amor mano a mano, codo con codo, y corazón con corazón.
Siempre, con sentido del amor y del humor en cada latido.

Porque el tiempo hace y deshace.
Y la vida, mientras tanto.
Y yo, a tu lado.
Y tú, al mío.
Y juntos, con el corazón despeinado.

Tan así, tan auténtico:
como de amar por casa.

Escrito por Nekane González de Reparando Alas Rotas

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