Me doy permiso para separarme de personas que me traten con
brusquedad, presión o violencia, de las que me ignoran, me niegan un saludo,
beso, abrazo...Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo
momento fuera de mi vida.
Me doy permiso para no obligarme a ser “el alma de la
fiesta”, el que pone el entusiasmo ni ser la persona dispuesta al diálogo para resolver conflictos
cuando los demás ni siquiera lo intentan.
Me doy permiso para no entretener y dar energía a los demás
a costa de agotarme yo: no he nacido para estimularles con tal de que continúen
a mi lado.
Mi propia existencia, mi ser; ya es valioso.
Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme.
Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que
me infundieron en la infancia. El mundo no es sólo hostilidad, engaño o
agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada.
Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona
excelente. No he nacido para ser la víctima de nadie. No soy perfecto, nadie es
perfecto y me permito rechazar los
esquemas ajenos: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir:
inhumano.
Me permito no sufrir angustia esperando una llamada de
teléfono, una palabra amable o un gesto de consideración. Me afirmo como una
persona no adicta a la angustia. No espero encerrado o recluido ni en casa, ni
en un pequeño círculo de personas de las que depender. Soy yo quien me valoro,
me acepto y me aprecio.
Me permito no querer saberlo todo, para no estar al día en muchas cuestiones de
la vida: no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta
película de cine, tanto periódico, tanto libro, tantas músicas.
Me doy permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas
desmesurados: las personas que se exceden en consideración resultan
abrumadoras. Me permito un vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas.
No entro en su juego.
Me doy el permiso más importante de todos: el de ser
auténtico.
No me esfuerzo por
complacer. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.
No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos
alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio
sentirse feliz, yo estaré como estaré.
Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no
como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo “normal” y lo “anormal”
en mis estados emocionales lo establezco yo.
JOAQUÍN ARGENTE
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