¡Cuánto les debemos a Quino y a Mafalda!
La niña que filosofaba nació de la pluma de un ilustrador
que pensó en hacer dibujos mudos. Quino, el viñetista que hoy ha recibido el
premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, adoraba el arte
silente de Buster Keaton. Por ese sendero siguió hasta que en una redacción de
Buenos Aires le dijeron que el humor necesitaba palabras. Quino aceptó el
consejo o la exigencia y llenó sus viñetas de nubes. A veces con diálogos
socráticos, a veces con las palabras justas, como cuando Mafalda, la niña filósofa
con sopofobia que convirtió a Quino en un dibujante universal, solo acierta a
gritar:
-¡Paren el mundo, qué me quiero bajar!
Joaquín Salvador Lavado, hijo de emigrantes andaluces nacido
en Mendoza (Argentina) en 1932, ya no dibuja. En uno de esos golpes nada
graciosos de la vida, su vista se ha ido debilitando. Pero lo que ha dibujado
antes es suficiente para arroparle para siempre. Él, un humilde patológico, es
profeta en su tierra y fuera de ella. El Príncipe de Asturias se suma a una
larga de lista de reconocimientos para el humorista, que coinciden con la
celebración de los 50 años del nacimiento de Mafalda. Quino creó su gigante de
seis años el 15 de marzo de 1962 para una campaña publicitaria para una marca
de electrodomésticos que se frustró por el camino, pero el padre de la criatura
prefiere fijar como fecha del natalicio el 29 de septiembre de 1964, cuando se
publicó la primera tira en el semanario Primera Plana, de Buenos Aires.
La niña redicha de seis años apenas vivió una década en el
papel impreso. Quino abandonó el personaje en 1973 sin que el personaje nunca
le haya abandonado a él. A diferencia de otros creadores abrumados por sus
creaciones, camina contento de la mano de Mafalda. Se siente acompañado, aunque
hoy habría retratado una familia reconstituida, como confesaba en una
entrevista de 2013. En su famosa saga han envejecido el contexto social (el
papel de la mujer encarnado por esa contumaz cocinera de sopa que es la madre
de Mafalda y Guille) y el político (la dictadura argentina, que causó el exilio
del humorista, se desmoronó en 1983 para dar paso a una democracia) pero sus
recetas existenciales siguen vigentes. Como las preguntas del idealista Felipe
(“¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fueran más importantes que los
bancos?”) o las sentencias de la propia Mafalda (“Como siempre; apenas uno pone
los pies en la tierra se acaba la diversión”).
En su galería infantil, Quino aprisionó las grandezas y las
miserias del mundo. El materialismo rampante (Manolito: "Todos somos
iguales solo que algunos arriesgamos un capital"), el optimismo ante el
mañana (Miguelito: “Yo, lo que quiero que me salga bien es la vida”) o el
descreímiento insolidario (Susanita: “No es cuestión de herir
susceptibilidades, sino de matarlas”). Esta vigencia pesó en la decisión del
jurado del Príncipe de Asturias: "Al cumplirse el 50 aniversario del
nacimiento de Mafalda, los lúcidos mensajes de Quino siguen vigentes por haber
combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la
profundidad de su pensamiento".
Al Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y
Humanidades,dotado con una escultura de Miró y 50.000 euros, optaban 22
candidaturas procedentes de 14 países. Junto a Quino, el primer dibujante que
entra en la galería de estos galardones, los aspirantes que llegaron hasta la
recta final fueron el periodista mexicano Jacobo Zabludovsky y el filósofo
Emilio Lledó. El jurado que ha decidido el galardón estaba integrado, entre
otros, por Inés Alberdi, Víctor García de la Concha, Adela Cortina y Luis María
Anson.
Quino descubrió el dibujo gracias a su tío. "Yo heredé
el nombre y el oficio de mi tío Joaquín. Ver que de su lápiz salían montañas,
árboles, personas… me maravillaba. Todos los chicos dibujan, pero yo seguí.
Estudié un poco en Bellas Artes y dos años después cometí el error de creer que
a los 15 ya lo sabía todo y abandoné. De eso me arrepiento cada vez que puedo”,
contaba en una entrevista con motivo de la publicación de su último libro,
¿Quién anda ahí? (Lumen), en 2013, casi seis décadas después de que se
publicasen sus primeros dibujos. No volvió a dibujar a Mafalda salvo en
ocasiones excepcionales, a petición de alguna organización solidaria como
Unicef o en 1987, tras un fallido golpe de Estado de 1987 contra el presidente
Raúl Alfonsín.
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