Hemos encontrado la siguiente respuesta a una consulta en la página de la Fundación Eduard Punset. En su interior se enlaza con el programa de Redes El suicidio se puede evitar:
Tras un matrimonio caracterizado por una relación de
maltrato físico y psicológico, enviudé con 30 años después del suicidio de mi
marido. Fue un suceso muy dramático que marcó a toda la familia, aunque se
enmascaró socialmente intentando proteger a los niños. Pero en realidad existía
un ambiente de culpas y chantajes emocionales, y aunque cambié de ciudad con
mis hijos y traté de ser independiente y vivir nuestra vida, ninguno escapamos
de esto. Cuando han crecido y empezaron a estudiar se han ido distanciando de
mí, siempre envueltos en un enrarecido ambiente familiar. Me han visto luchar,
en ocasiones deprimida y otras intentando la felicidad. Hoy mi hija está
completamente distanciada de mí y no quiere tener ningún tipo de relación
después de haber vivido sola en el extranjero. Tiene un gran lío emocional y me
trata culpándome del pasado y del presente, así que no sé cómo acercarme a
ella. Mi vida es bastante estable y parece que soy culpable de ello. ¿Cómo
puedo actuar, dejar que el tiempo corra o intentar siempre un acercamiento
activo?
Responde: Juan Oribe.
El suicidio es la máxima agresión que una persona puede
cometer contra sí misma, pero es igualmente una agresión contra las personas
que forman parte de su entorno, ya que supone abandonarlas con una enorme carga
de dolor y culpa. Además, como podemos ver en este capítulo de Redes, supone un
estigma en la familia que trata de ocultarse con vergüenza, pero que sigue
contaminando las relaciones interpersonales tanto en la familia nuclear como en
la extensa.
A veces ocurre que, con la sana intención de proteger a
quienes más quieres, puedes caer en la sobreprotección. Esto puede impedirles
aprender los recursos de afrontamiento necesarios para poder defenderse por sí
mismos y hacer frente a la influencia de su entorno. Tampoco es momento ahora
de culparse por las decisiones del pasado. Al fin y al cabo se tomaron porque
eran en aquel momento las mejores decisiones que se podían tomar, y no sería
justo reprocharse hoy día, con mucha más experiencia en la vida, lo que se
decidió entonces. Y de este mismo modo, no tiene ningún sentido sentirse
culpable por tener ahora una calidad de vida mejor que la que se tenía
entonces.
Hoy en día tus hijos ya son adultos y sus necesidades son
diferentes, lo que implica también que necesitan menos de ti. Esto implica el
reconocer su libertad para conducir su vida según sus propios criterios pese a
que seas consciente de los errores que puedan estar cometiendo o lo injustas
que puedan parecerte algunas decisiones. Dejar que el tiempo corra puede ser
interpretado como desidia por tu parte, mientras que un acercamiento activo
puede vivirse como invasivo y causar rechazo. Tal vez una solución a medio
camino sea hacerles ver que estás ahí de forma incondicional para cualquier cosa
que puedan necesitar, pero sin detener tu vida ni condicionarla a posibles
chantajes emocionales.
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