Todos tenemos miedo de algo, es normal, y lo bueno es darse
cuenta de que trabaja para nosotros. Sí, a pesar de su mala fama, siempre ha
sido un aliado de la supervivencia y trata de protegernos e informarnos de la
posibilidad de estar en peligro. Hace que nos pongamos a salvo, huyendo,
defendiéndonos o tomando las medidas que creamos oportunas. Pero… la vida no va
de sobrevivir, ¡es mucho más! Y en ocasiones nos bloquea y se convierte en un
obstáculo.
Puede bloquear con la inacción, que es una forma de huida.
Evitamos exponernos y así muchos proyectos, amores o aventuras se quedan sólo
en ilusiones por miedo a asumir riesgos. Y no asumirlos por miedo a perder, es
no darse la oportunidad de ganar, experimentar y crecer, así que la vida se
puede ir marchitando por no usarse. Otras veces, bloquea con conductas
agresivas, agredir para no ser agredido, y puede acabar despertando otras
emociones y sentimientos como la ansiedad, la vergüenza, los celos o la
desconfianza.
Pero, ¿de dónde sale el miedo? Se basa en tres componentes
básicos:
1. Residuos del
pasado: una mala experiencia, algo que nos dijeron, algo que creemos y que en
muchos casos se aprendió de niños, y que puede que ya no sea un peligro, pero
aún así se mantiene, a no ser que uno se esfuerce en actualizar los datos. Y
como las experiencias nuevas suponen riesgos, aunque queramos cambiar, podemos
acabar acomodándonos en la rutina que ya conocemos, porque da menos miedo que
ponerse a prueba y aprender.
2. Incertidumbre en el
presente: lo que no podemos controlar nos hace sentir inseguros y puede acabar
distorsionando las experiencias, imaginando más problemas de los que hay.
3. Valoración
negativa sobre el futuro: tememos poder perder y sufrir, y lo irónico es que
sufrimos antes de que pase lo temido, incluso, siendo posible que nunca llegué
a pasar. Muchas veces, el miedo es algo que imaginamos más que una realidad. Se
crea en nuestra mente y se alimenta de no saber, y de no enfrentarse a lo que
lo causa, lo que impide saber más y lo mantiene.
¿Qué podemos hacer?
Nadie quiere tener miedo, pero eso no es posible. Todas las
emociones tienen su función, pero no podemos conducir un coche sin saber para
qué sirven los pedales y eso es lo que pasa muchas veces con las emociones. Nos
regalan un coche muy potente, con el que podemos llegar muy lejos en la vida,
pero si no lo manejamos bien podemos acabar chocando. El miedo sería el freno y
la alegría el acelerador, y no creo que a nadie le apetezca ir en un coche sin
frenos… Pero claro, tampoco se trata de no avanzar por pisarlo demasiado.
Si se intenta eliminar o reprimir, se ocultará y complicará
más las cosas porque podemos dejar de ser consciente de él durante un tiempo,
pero desde su escondite tratará de manipularnos y ni siquiera podremos entender
de que tenemos miedo, aunque no podamos dejar de sentirlo. En lugar de luchar
contra él puedes hacer lo siguiente:
1. Acepta que es normal tenerlo. Es algo natural, nuestro
freno y un aliado para mantenernos a salvo. El miedo es energía, fíjate en lo
rápido que puedes correr cuando huyes de algo que te produce miedo. La energía
no puede destruirse pero si puede transformarse. Puede transformarse en ira que
es la cara agresiva del miedo o en información.
2. Detecta tus miedos y escúchalos para descubrir su
mensaje. Obsérvalos y pregúntales de dónde vienen y de qué quieren avisarte.
¿Estás realmente ante un peligro o se trata de una alarma antigua que ya no
tiene sentido? El miedo no te obliga a nada, pero te informa y te prepara si
cree que has de protegerte. Si crees que el miedo es malo no querrás
observarlo, y tratarás de esquivarlo, pero no podrás hacerlo desaparecer y
seguirá estando ahí, gritándote para que le hagas caso, o dirigiendo tus pasos
desde su escondite.
3. Actúa y afronta tus problemas. Tenemos más capacidad de
la que creemos, pero muchas veces no nos permitimos demostrarnos todo lo que
podemos hacer. Cuando nos decidimos a hacer algo que tememos solemos descubrir
que no era tan grave y el temor se desactiva, pero si crees que no eres capaz
de hacer algo, no digas que “es imposible” y di “aún no lo he hecho” porque eso
abrirá la posibilidad de que te animes a hacerlo y lo consigas.
El miedo nos da la oportunidad de trabajar nuestros límites
y despertar nuestras potencialidades, pero para poder lograrlo has de dejar de
verlo como un enemigo.
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