Creemos que sabemos lo que piensa el otro. Tendemos a hacer
suposiciones sobre todo lo que nos rodea. Y además, pensamos que aquello que
suponemos es real. Hacemos suposiciones sobre lo que los demás hacen, sienten o
piensan y luego nos tomamos las cosas como personales. Y entonces, ¿a dónde nos
lleva todo eso? A atacar, culpar y criticar al otro. A sentirnos, heridos
cuando puede ser que lo que ha dicho la otra persona no tenga nada que ver con
lo que nosotros hemos interpretado…
La necesidad de sentirnos entendidos
Como humanos que somos tenemos la necesidad de sentirnos
queridos, valorados y entendidos. Necesitamos explicar, justificar y entenderlo
todo para sentirnos seguros. Queremos que nos entiendan, por la misma razón,
buscamos en el otro seguridad y bienestar. Por ejemplo, suponemos que nuestra
pareja, sabe lo que pensamos, o lo que necesitamos, y que no es necesario que
le digamos lo que queremos. Harán exactamente lo que queremos, por que nos
conocen tan bien…Y entonces, cuando no hace exactamente lo que queremos, o
necesitamos, nos enfadamos, porque no nos sentimos mirados, reconocidos ni
entendidos.
El miedo a preguntar
Tenemos miedo a pedir una aclaración de lo que acabamos de
escuchar. Miedo al que dirán, miedo al que se enfaden con nosotros, miedo al
conflicto, miedo a perder al otro…. y por ese motivo presuponemos. Para evitar
sentir miedo, y a la vez para convencernos de que “ya sabemos” lo que piensa el
otro, “ya comprendemos” al otro. Ese miedo es el que nos lleva al conflicto,
porque de alguna manera, interpretamos lo que nos dicen, y nos lo tomamos como
personal, como un ataque directo hacia nosotros. Solo vemos lo que queremos
ver, y oímos lo que queremos oír. Filtramos porque nos lo llevamos a terreno
personal. Cuando creemos algo, suponemos que tenemos razon hasta el punto de
enzarzarnos en una batalla, y destruir relaciones por defender nuestra
posición.
Suponemos que todo el mundo ve la vida con las mismas gafas
que nosotros. Que todo el mundo piensa, siente y actúa con nuestros mismos
valores, y creencias. Esta es la suposición más grande que hacemos ante los
demás. Creer que nuestro mapa mental es igual que el mapa mental de mi vecino.
Esta es la razón por la cual, nos da miedo ser auténticos ante los demás, por
miedo a que nos juzguen, como nosotros hacemos con nosotros mismos. Somos los
primeros que nos rechazamos, ante nosotros.
Preguntar en vez de suponer
La manera de dejar de suponer, es empezar a preguntar.
Aunque creamos que sabemos la respuesta, que hemos entendido el tono de voz, y
que la cosa va con nosotros, quizá no es así. Por eso, para evitar
malentendidos, es necesario no interpretar en la medida de lo posible. Sino
preguntar, y seguir preguntando. Si dejamos de suponer cosas ante nuestra
pareja, ante nuestra familia, ante nuestros amigos,nos facilitaremos mucho la
vida porque podremos comunicarnos desde un lugar más claro y transparente con
los demás, y sobretodo con nosotros mismos.
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