viernes, 2 de octubre de 2015

La culpa


Asociamos la culpa con un sentimiento negativo, nos produce remordimientos, nos ancla en el pasado y no nos deja disfrutar de nuestro presente. Pero, ¿y si hubiera también un culpa sana? ¿Una culpa que nos permitiera ir hacia el futuro? Creo que es necesario poder diferenciar entre la culpa neurótica que nos ata a lo que ya pasó y la culpa sana que nos ayuda a seguir adelante. Nuestra cultura, nuestros valores, y nuestra sociedad ha tenido un papel muy importante en cómo entendemos la culpa hoy en día.

La culpa como concepto

Si buscamos culpa en el diccionario, nos salen cuatro entradas. La cuarta acepción del diccionario habla de la culpa como:.f. Psicol. Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado. Por tanto, la culpa se entiende como algo que hemos hecho u no hemos hecho, que provoca un sentimiento de responsabilidad por ese daño. Sabemos que la culpa es un sentimiento aprendido a nivel social, aprendemos a experimentar culpa, a saber cuando hemos “pecado” si usamos términos más teológicos. Porque no podemos olvidar que nuestra educación judeo-cristiana, ha tenido también mucho que ver con cómo entendemos hoy en día, el sentimiento de culpa. La religión ejerce un papel importante, en el concepto de culpa tal como lo entendemos hoy en día.

La culpa se enseña, y es una manera de controlar nuestra manera de actuar, y la manera de hacer de los demás. Tiene un componente mental muy importante, me culpo o te culpo, por unas razones muy concretas. Y a la vez, tiene un componente emocional también fuerte. ( me siento furioso conmigo o contigo, o incluso con la situación).

Los ingredientes de la culpa

Las personas, cuando sentimos culpa, solemos tener unos ingredientes comunes que se repiten cuando aparece este sentimiento complejo.

1. Exigencia (hacia los demás o hacia nosotros mismos): Ejercemos el control, sintiendo la necesidad de comportarnos adecuadamente, o les exigimos a los demás que “paguen” el daño causado.

2. Rabia y enfado: Normalmente es un enfado, que no reconocemos, ni expresamos. En vez de eso, nos culpamos a nosotros para no expresarlo. O sino, culpamos a los demás, y de esa manera tapamos el enfado.

3. Tristeza: Hay tristeza en la medida que no han sucedido, las cosas como nos hubieran gustado, y porque cuando sentimos culpa, estamos más en el pasado que en el presente.

4. Sentimientos de superioridad o inferioridad: Cuando sentimos culpa, juzgamos a los demás o a nosotros mismos. Cuando nos creemos con el derecho, de poder influir en la vida de los otros, nos invade una sensación de superioridad. Cuando, nos juzgamos y nos machacamos a nosotros mismos, nos puede invadir una sensación de inferioridad.

5. Pensamientos repetitivos o rumiaciones
se gasta una importante cantidad de energía pensar de forma repetida en lo que ha sucedido.

La culpa neurótica

La culpa neurótica o poco sana, es aquella que surge cuando nos culpamos a nosotros mismos por todo, o culpamos al otro sistemáticamente. De pequeños, vamos tragando sin cuestionarnos, todo lo que nos dicen nuestros padres. Es entonces, cuando el niño incorpora normas y mandatos en la forma de relacionarse con el mundo, dándolas por buenas sin ponerlas en duda. Así es, que como el pensamiento de  “debes cuidar a tu madre” se instala. Y el adulto no se permite, cuestionarse esa idea.

Otro mecanismo habitual de la culpa neurótica es lo que se llama en terapia Gestalt, la retroflexión. Hacernos a nosotros mismos lo que le querríamos hacer a los demás. En la culpa, esto pasa con la rabia, con nuestro enfado. Nos culpamos a nosotros, en vez de mostrar el enfado que tenemos hacia los otros y pedir, lo que necesitamos de los demás. El hecho de culparnos en vez de expresar lo que sentimos hacia los otros, hace que muchas veces acabemos somatizando en nuestro cuerpo lo que nos pasa. (dolores de cabeza, de cuello, de espalda).

La culpa neurótica también surge cuando alguien nos culpa por como se siente y nosotros asumimos esa culpa. ( soy responsable de todo lo que pasa a mi alrededor ). Mucha gente ha aprendido a culpar a los demás por sus sentimientos en lugar de asumir la responsabilidad de sus propias emociones. Cuando aceptamos esta culpa, nos cargamos de mochilas que no son nuestro asunto, que no son nuestra responsabilidad.

Aunque a priori, la culpa parece una emoción difícil de digerir, también cumple una función, o un beneficio aunque parezca negativo. Algunos beneficios de la culpa pueden ser:


  • Evitar conectar con el enfado: Mientras nos sentimos culpables, nos negamos la posibilidad de estar enfadados con los demás, y con nosotros mismos.
  • Evitar el presente: Es una defensa, mientras estamos en la culpa, estamos en el pasado, y no afrontamos el presente. Nos sentimos seguros en esta sensación, aunque no resulte agradable.
  • Obtenemos aceptación de los demás: Sentir culpa en nuestra sociedad es algo muy aceptado, y no está bien visto, no sentirla en ciertas ocasiones.
  • Quedarnos en una zona segura: La culpa es una emoción conocida, y nos permite no sentir otras emociones.
  • Lograr el perdón de la gente: existe la creencia a nivel de que si nos sentimos suficientemente culpables pagaremos “nuestros pecados”, y compensaremos nuestro mal comportamiento. Está en la base de las penitencias (sobre todo religiosas).
  • Conseguir la compasión de los otros: Si damos pena, entonces, nos ponemos en un lugar de personas desvalidas y desprotegidas.


La culpa sana

A pesar de todos estos beneficios, como véis, no son del todo sanos para nosotros. ¿Qué sería entonces, una culpa sana? ¿A qué nos referimos?

La culpa sana es aquella que nos responsabiliza de lo que estamos haciendo, la que nos ayuda a ver y decidir, cuáles son los actos que hemos realizado y a la vez, poder observar nuestra responsabilidad y asumirla, no desde el machacarnos, sino desde el responsabilizarnos de nuestros actos. La culpa sana, nos responsabiliza, de nuestro presente, es en el aquí y ahora.  Si optamos por este tipo de culpa, es sanadora, porque juzga nuestros actos, no a nosotros mismos.

“La culpa sana, viene cuando el niño puede empezar a opinar diferente de sus padres, y convertirse en adulto”.

La culpa la vivimos desde nuestro niño interior, la responsabilidad es de nuestro adulto. Cuando el adulto es capaz de hacer su propia vida, y seguir su propio destino. El adulto también se pueda sentir un poco culpable, sigue su camino, y se atreve a opinar sus propias ideas, diferentes a las de sus padres. Y deja a sus padres con su propio destino, entonces pasa, de mirar constantemente a sus padres, para recibir su aprobación, a mirar lo que él realmente quiere.

Es así, cuando nos convertimos en culpables de hacer nuestra propia vida, y es una culpa sana, porque nos impulsa hacia el futuro.

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