lunes, 13 de junio de 2016

8 Alternativas a gritar que funcionan de verdad


Conseguir que nuestros hijos pequeños nos escuchen y obedezcan puede ser un reto en ciertos momentos. Aunque estemos frente a un niño obediente siempre habrá momentos en los que su cansancio, el contexto de juego con sus hermanos u otra cosa que le llame más su atención que tu propia voz haga que simplemente no te escuche. En algunas ocasiones puede ser divertido unirse al juego, o dejar al niño que se quede en su mundo, pero en otras necesitaremos que nuestro hijo nos atienda.  Cuando esto no ocurre de manera natural, el primer instinto será gritar.

Todos los padres gritan en alguna ocasión. El grito aparece de manera natural cuando nos sentimos frustrados porque nuestros hijos no nos escuchan. Si estamos cansados o malhumorados es más fácil que acabemos soltando un grito. Sin embargo, a la mayoría de niños no les gusta que sus padres griten y la mayoría de padres no les gusta que sus hijos solo les escuchen cuando gritan. A continuación puedes encontrar 8 estrategias eficaces para reducir al máximo los gritos en tu casa.

1.Pon normas claras

La primera regla de oro para evitar los gritos es tener una serie de normas claras que faciliten la convivencia. Unas normas claras a la mesa, unas reglas que delimiten los tiempos de televisión, juego y ayuda en casa, permitirán que los niños estén centrados en lo que tienen que estar y que tengan los oídos despejados y la mente preparada para escuchar y hacer lo que le pedimos.

2.Establece el protocolo de emergencia

Acuerda un protocolo de emergencia con tus hijos. Después de un día en el que les grité a mis hijos (2, 3 y 5 años de edad) a la hora de la cena porque no me estaban obedeciendo, ellos me regañaron y me dijeron lo mal que se sentían cuando me enfadaba tanto. Yo reconocí mi fallo y les pedí que me dieran una alternativa. Ellos estuvieron de acuerdo que mi labor de padre era difícil si mi única alternativa era el grito, así que acordamos tener una especie de “protocolo de emergencia”. Acordamos entre todos que, antes de gritar, les avisaría. La señal para acordamos para avisarles de que estaba a punto de estallar sería contar hasta tres, avisando de antemano que estaba a punto de gritar. En cuanto veo que mis ánimos se están cargando, les digo, “Estoy a punto de enfadarme de verdad, voy a contar hasta tres y os quiero a todos sentados a la mesa…”. Con esta señal su cerebro sabe inmediatamente que están sobrepasando el límite de mi paciencia (que si, como la de todos, tiene un límite) y enseguida obedecen. Ellos tienen una señal de aviso que les sirve para reaccionar y a todos nos parece un trato justo. Si no lo has hecho, no lo dudes; acuerda con tus hijos un “protocolo de emergencia” y ahorraréis gritos y disgustos.

3.Actúa como si fuera sordo

Para llamar la atención de una persona sorda no le puedes gritar (ni tampoco hablar), porque simplemente no te puede escuchar. Con un hijo que está absorto mirando algo o enloquecido jugando con sus hermanos puede pasar lo mismo. El colectivo de personas sordas utiliza otras estrategias para llamar la atención de sus compañeros sordos. La que más utilizo en casa es tocar el hombro de mis hijos para llamar su atención. El contacto físico hace que podamos llegar al cerebro del niño por una vía poco habitual lo que provocará su sorpresa y aumentará la probabilidad de que nos preste atención.

4.¿Has probado a pedirlo por favor?

La palabra mágica, no solo funciona con los adultos. Los niños también prestan más atención cuando les pedimos las cosas por favor. Desde los dos años de edad los niños desarrollan su instinto altruista y son más proclives a actuar de una determinada manera cuando perciben que están ayudando a otra persona. Pedir al niño que, por favor, nos escuche o nos ayude, aumentará las probabilidades de que el niño preste la atención.

5.Díselo al oído

Esta es una estrategia que me funciona especialmente bien. Cuando  decimos algo al oído normalmente ponemos la mano alrededor de la oreja, permitiendo el contacto físico. Ese contacto físico hará que su cerebro segregue oxitocina (la hormona del vínculo y la unión) facilitando que el niño te preste más atención. Así mismo, cuando susurramos, su atención auditiva tiene que esforzarse por escuchar tu mensaje con lo que conseguiremos que (1) se concentre (2) se calme (3) entienda el mensaje que le queremos transmitir. Si al terminar el mensaje secreto lo acompañamos con un “Venga, obedece, gamberrote” el éxito está casi asegurado. Es una técnica que realmente funciona muy bien. Al fin y al cabo ¿a qué niño no le entusiasma conocer un secreto?

6.Ponte al nivel de sus ojos

Uno de los mayores errores de los padres que quieren que sus hijos les hagan caso es hablarles en la región periférica del campo visual. En esta región periférica los estímulos son percibidos por el cerebro como irrelevantes. Si les hablas a tus hijos de pie (mientras ellos están sentados en el suelo) o desde su espalda (mientras juegan a la consola) la probabilidad de que te hagan caso es muy pequeña. En esa disposición tú y tus intenciones resultáis irrelevantes. No es de extrañar que el padre o madre que se siente ignorado se frustre y acabe gritando, pero esto se podría evitar simplemente agachándote y poniéndote al nivel de sus ojos. Si sus ojos miran a tus ojos es muy probable que su cerebro también escuche tus palabras.

7.Sácale del contexto

Cuando el niño está absorto en un juego o saltando sobre la cama con sus hermanos es difícil que te pueda atender. En estos casos sólo suele haber dos alternativas para conseguir que el niño preste atención a tus palabras. Una, es gritarle. La otra es sacarle del contexto que le tiene absorto. Si está jugando a la consola (cosa poco recomendable a estas edades), dile que la pare un momento, y si está en el cuarto de juegos o saltando sobre la cama, quizás te puedas tumbar en ella y, cuando salte sobre ti (que lo hará) puedes atraparlo y llevaros al cuarto de al lado. Si le sacas del contexto que le tiene absorto la probabilidad de que pueda escuchar lo que le dices aumentará.

8. ¡Grita! pero grita sin ira…

Gritar no tiene por qué ser necesariamente malo. Lo malo suele ser la ira que acompaña al grito. Para sortear esa ira prueba este pequeño truco. Justo antes de que estés a punto de perder la paciencia, pega un grito gamberro. Grita a tus hijos que te hagan caso y lánzate a por ellos con una guerra de cosquillas, achuchones o pellizcos. Puede que la calma no llegue inmediatamente a tu hogar, pero descargarás la energía negativa y, cuando acabe la pelea, ellos estarán más dispuestos a obedecer. Así que si lo necesitas, ¡Girta!…pero grita para jugar.

Prueba estas estrategias.  Comienza con  la 1 y la 2 y vete combinándolas con las demás. Verás como te resulta mucho más fácil conseguir que tus hijos  te escuchen sin necesidad de gritar. Os ahorraréis muchos disgustos y vuestra relación  no se resentirá. 

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