domingo, 3 de junio de 2012

La consciencia del corazón (II)


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(Continuación)

3. El sistema nervioso autónomo vegetativo

El organismo no es la suma de una multitud de procesos unitarios, sino una unidad global vibrando al unísono desde lo más periférico a lo más central y viceversa. Hace mucho tiempo que los investigadores descubrieron que el sistema nervioso central (SNC) regula el funcionamiento del corazón. Y ya Darwin reconoció al corazón y al cerebro como los dos órganos más importantes, así como su acción y reacción mutua a través del nerviopneumogástrico,también conocido como nervio vago. Luego vino el reconocimiento del sistema nervioso autónomo (SNA), conformado por dos fuerzas de significado opuesto, el simpático y el parasimpático, que actúan sobre diferentes órganos. Y más tarde se reconoció la existencia de circuitos bidireccionales entre los órganos periféricos y las estructuras cerebrales, cerrando el círculo sobre el punto inicial.

Debemos contar algo del SNA para poder entender lo que viene después. Es el sistema que recoge la información de las vísceras y en principio es involuntario, aunque ya veremos que esto es relativo. Sus principales centros de comando se encuentran sobre la médula espinal, el tallo cerebral y el hipotálamo, desde donde conduce las órdenes del SNC hasta los órganos periféricos. Entre sus funciones se cuenta el control de la frecuencia cardiaca y la fuerza de la contracción. De sus dos ramas, el sistema nervioso simpático (SNS), a través de la noradrenalina, está implicado en actividades que suponen un gasto energético, mientras que su contrapartida la constituye el sistema nervioso parasimpático (SNPS), a través de la acetilcolina, encargada de conservar energía. Ambos sistemas mantienen un fino equilibrio que permite los ajustes de la vida diaria, desde que nos levantamos de la cama por la mañana y nos baja la sangre a los pies, hasta la activación muscular, respiratoria y cardiaca que nos permiten alcanzar el autobús que se nos escapa.

Los ejercicios de respiración armonizan el SNA. Y la generación de emociones y pensamientos felices y agradables conducen al equilibrio entre SNS y SNPS, así como el entrenamiento con técnicas de relajación o meditación. Es precisamente este equilibrio el que facilitará una función cardiaca armónica. Pero además, y aquí viene lo bueno, las emociones primarias están relacionadas con la función autonómica, y la función del SNA está relacionada con el comportamiento. Es decir, que el SNA aporta el substrato neurofisiológico de los estados emocionales y afectivos.

El abrazo armónico entre corazón y cerebro genera ese estado de bienestar propicio a la maravilla del amar y ser amado

4. Variabilidad de la frecuencia cardiaca

Nuestro corazón no funciona como un reloj... ¡afortunadamente! En el corazón sano el in tervalo entre dos latidos cardiacos no dura siempre igual. Como en las notas musicales, es el silencio entre dos latidos del corazón el que marca el ritmo de su canción. Las diferencias entre sucesivos latidos producen los cambios de ritmo cardiovascular, que constituyen patrones de repetición, la señal de identidad de cada corazón. La variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC) viene dada por el SNA, a través del SNS que actúa como acelerador de la frecuencia cardiaca y el SNPS (el vago) que actúa como freno. El parasimpático aumenta la duración entre intervalos, mientras que el simpático acelera el corazón y por tanto disminuye dicha duración. La VFC es un indicador de salud y del estado de forma física, reflejando nuestra capacidad de adaptarnos eficazmente a los estímulos del entorno, además de constituir un predictor de primer orden del estado de salud y enfermedad, desde enfermedades cardiovasculares hasta metabólicas.

La irregularidad de la longitud de los ciclos cardíacos no solo refleja la habilidad del sistema cardiovascular para adaptarse a las diferentes situaciones cotidianas sino también cuanto la persona se ama a sí misma. Al respirar de forma lenta o agitada, ante un sobresalto o la impresión repentina causada por el miedo, todos ellos constituyen estímulos que nuestro hipotálamo recoge y envía a través del SNA hasta concretarse en nuestra VFC. Como el sistema es tierno y flexible, su capacidad de jugar, de subir y de bajar, es tal que la VFC es continuamente cambiante y flexible en cada momento de la vida. En especial la respiración, cuando se hace rítmica, comparte su vibración con el corazón, produciéndose un estrecho abrazo entre los dos. Esto es lo que ocurre al impartir un tono rítmico a la respiración, como sucede en la relajación, la meditación o simplemente al recitar textos religiosos o mantras, en que el parasimpático ofrece su lento canto en la espiración y el simpático acelera la marcha en la inspiración. Existe mayor VFC en individuos más impulsivos y menor cuando se hacen trabajos de atención mental, con estabilización del latido cardiaco durante tareas que requieren demanda de atención. Pero con el envejecimiento, la inflamación o la enfermedad cardiovascular, la estructura se oxida y la VFC se va haciendo rígida y monótona, sin posibilidad de adaptación, hasta hacerse una caricatura seria y severa de lo que fue.

A través de la VFC es posible monitorizar los diferentes patrones rítmicos cardiacos. Estos se corresponden con los correlatos fisiológicos de los diferentes estados emocionales y mentales del individuo. La dinámica de la variabilidad cardiaca es particularmente sensible a los cambios de estado emocional, de manera que emociones negativas y positivas pueden ser reconocidas a través de su patrón particular de VFC, independientemente de la frecuencia cardiaca. Emociones negativas como ira, frutración o ansiedad se acompañan de ritmos cardiacos desordenados que indican una escasa sincronización en el balance SNS/SNPS. Emociones positivas como agradecimiento, amor o compasión se asocian a patrones coherentes altamente ordenados.


5. Coherencia cardiaca

El latido cardíaco coherente marca el ritmo de funcionamiento de todos los procesos de la fisiología del organismo, como la respiración o la tensión arterial. El abrazo armónico entre corazón y cerebro genera ese estado de bienestar propicio a la maravilla del amar y ser amado, o simplemente sentirse bien. Es unir la energía de la tierra con la del cielo, y encontrarse en el medio en ese potente nudo de marinero, que se encarna en el músculo cardiaco y reparte energía, sonido, vibración y luz gratis para todo el organismo. Gratitud hasta el punto de darlo todo y no quedarse con nada. Gratuidad hasta vaciarse del todo en cada latido, tal vez al comprender que sin su entrega total sus días o sus horas estarían contadas. Es de esa entrega generosa precisamente de donde nace su máxima potencia, es la entrega en cada latido del momento presente, el único instante existente en el universo del tiempo.

Para desentrañar el proceso de la coherencia, si desarmamos la maquinaria comprobaremos como el tallo cerebral, nuestro cerebro reptil, asiento de automatismos e instintos, vibra de manera armónica en estado de coherencia con el cerebro emocional, nuestro sistema límbico o cerebro mamífero, que no pierde el compás del baile con el córtex cerebral o cerebro humano en dicha situación. Pero si profundizamos un poco más y seguimos desarmando el mecanismo veremos como el latido del tallo cerebral baila a su vez con la armonía que recibe de esa vibración electromagnética cinco mil veces más potente que la cerebral: el motor cardíaco, la fuerza electromagnética más potente del organismo.

El tipo de funcionamiento fisiológico que se asocia a la experiencia de emoción positiva se conoce como coherencia fisiológica. En ella se producen una serie de fenómenos relacionados, en que los diferentes subsistemas del cuerpo se sincronizan y resuenan de forma armónica básicamente a través de un aumento de sincronía entre las dos ramas del SNA, el simpático y el parasimpático. Este modo de funcionamiento se refleja en el corazón a través de la coherencia cardiaca, un patrón suave en forma de ondas que suben y bajan de manera armónica en el rango de baja frecuencia del espectro de VFC. Fisiológicamente esto se traduce en una serie de beneficios para el sistema que incluyen un aumento en el nivel de eficiencia energética del sistema, así como aumento de la estabilidad emocional y mejor función cognitiva.

Aunque la coherencia fisiológica es un estado natural que puede ocurrir de forma espontánea, asociada a estados emocionales positivos o durante el sueño, lo cierto es que es rara la observación de episodios espontáneos sostenidos. Diversos métodos respiratorios rítmicos pueden inducir coherencia, pero el mantenimiento de ritmos respiratorios profundos y estables más allá de un minuto es difícil para la mayoría de las personas. Sin embargo es posible conseguir periodos prolongados de coherencia induciendo activamente estados emocionales positivos, que consiguen de forma natural la emergencia de un estado de coherencia fisiológica. Al enfocar la atención sobre el corazón, o la zona del pecho y generar de forma intencional una emoción positiva, de agradecimiento o amor, entonces la VFC se hace más ordenada y coherente. Esto es especialmente interesante en la relación entre terapeuta y paciente y justifica la necesaria alineación que muchas técnicas de sanación prescriben a sus practicantes antes de tomar contacto con el paciente, preparando el camino a un intercambio de energía positivo que facilite la sanación. Al adoptar una actitud sincera de cuidado y de curación, de compasión y amor incondicional, el terapeuta incrementa el nivel de coherencia de su campo cardiaco que intenta transmitir a cada célula del cuerpo de su paciente.

La pérdida de equilibrio armónico y de la coherencia cardiaca se traduce ipso facto en la disociación del estado fisiológico entre corazón y cerebro, con caída de potencia energética, inestabilidad emocional y desequilibrio mental, al desplazar su efecto sobre el tronco cerebral y de ahí al sistema límbico y al córtex cerebral. Y el efecto continuará su camino a través de hormonas y neurotransmisores que regarán ahora al azar y a destiempo células y órganos, y el SNA producirá un funcionamiento caótico sobre lo que antes fue una ordenada orquesta de aprendizaje vital.

El ritmo cardiaco vehicula a nivel fisiológico eficiencia y armonía a los órganos del cuerpo, y a nivel psicológico una reducción del diálogo interno y percepción de estrés, un aumento en el control emocional y un aumento en la claridad mental, y discernimiento intuitivo. Es decir, la coherencia psicofisiológica facilita la función de la consciencia. Emociones positivas mantenidas producen coherencia psicofisioógica y sincronización entre el corazón y el cerebro, que se asocian a mayor estabilidad emocional y conexión espiritual. Y permite el insight para encontrar la solución al problema, una creatividad plena y fluida, armonía interna, y conectividad a otras personas y al universo entero desde los aspectos más elevados de uno mismo.

Son esos momentos mágicos de claridad mental e intuición, sentimientos de amor,agradecimiento,compasión,tolerancia y perdón, los que frecuentemente se asocian a experiencias transpersonales y constituyen las claves de la espiritualidad y la consciencia.

Vivir en coherencia quiere decir tener la capacidad de escoger lo bueno de cada momento, orientarse hacia lo bello que cada situación encierra y captar lo verdadero del mensaje que la vida nos está ofreciendo. Vivir en coherencia es tan fisiológico como el acto de caminar de manera armónica o de respirar de forma fluida. Vivir en coherencia quiere decir ser capaz de percibir el entorno, sentir su significado y encontrar la forma de responder al mensaje. En definitiva, la coherencia psicofisiologica es el correlato interno de la experiencia espiritual. Es la coordinación que consigue alinear el sentir con el pensar y el actuar. Es la integración acumulan los recuerdos que permite el estado de salud pleno en todas sus facetas.

Es el equilibrio mente/corazón, que a la vez que sube el corazón a la cabeza para conseguir un pensamiento amoroso, baja el cerebro al corazón para dotarlo de un amor inteligente.



Continuará...

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